Versiones

Por Gabriel Fernández

Director La Señal Medios


Cuando falla la mirada panorámica, los detalles cobran una trascendencia tan equívoca como singular. Y cuando esa mirada es deliberadamente empañada, ya no hay detalles genuinos siquiera. En el primer caso estamos ante un error de apreciación de gran importancia. En el segundo, frente a la construcción de mentiras complejas.

¿Hay creyentes para ambas versiones? En una multitudinaria redacción de comienzos de los años 90, un perspicaz y malicioso diagramador, tras observar detenidamente la prenda que portaba un joven redactor de gremiales, sentenció: ese pulóver estaba buscando a la persona indicada.

El presidente uruguayo José Pepe Mujica resultó, apenas mes y medio atrás, un héroe liberal anti retenciones. Cautivó a los empresarios argentinos y sirvió para denostar los modelos chavista y kirchnerista, con distintos niveles de intervención estatal.

Por aquel entonces, las portadas de los diar ios más gordos colocaron la imagen simpaticona del nuevo jefe de Estado oriental cual un ejemplo fabuloso digno de ser imitado: Cristina por un lado, y Hugo por el otro, recibieron todos los sablazos de la comparación direccionada.

En los días recientes, Mujica adentró a su paisito en el Unasur, se vinculó como incipiente Nexo con las variadas tendencias allí encarnadas. Respaldó al diputado nacional y ex presidente argentino Néstor Kirchner para la titularidad del decisivo organismo regional.

Para qué. Más le hubiera valido al tupamaro enviar funcionarios de segunda línea que a la hora de votar se abstuvieran para pedir instrucciones a Montevideo.

Las portadas, en esta ocasión, responsabilizaron a Mujica por una supuesta falta de coherencia, atisbada en el trivial "ahora" que se incluye sin técnica alguna en los títulos, aunque tambi én recordaron que el gordito de p orte pob retón jamás pidió el condigno pe rdón a la Argentina y a los asambleístas de Gualeguaychú por haber instalado, el Uruguay, dos plantas industriales en su región acuática.

El buen hombre pasó, para los medios argentinos, de campeón a canillita en poco más de un mes.

Pero eso no fue todo. Como el Unasur -esto es, cada componente del mismo ¿vale?- volvió a comportarse como una organización con unidad de concepción y acción, aún por encima de las previsiones de los mismos protagonistas (¡lo que es el espíritu de época!) esos espacios político empresariales comunicacionales comprendieron que con atizar la bronca rioplatense no bastaba.

Y pusieron en primera plana una secuencia de consideraciones acerca del conocido 15 por ciento de operatoria legal y registrada que se suma a las transacciones comerciales internacionales. Dejaron de lado el costo financiero que se llev a Nueva York, las equivalencias en e l comerc io con otras naciones, y gritaron ¡ Venezuela! y calificaron de ¡coimas! a depósitos empresarios suscriptos en oficinas estatales.

Si la mención del párrafo anterior no invalida la existencia de alguna irregularidad, es ostensible que de funcionar la libertad de prensa en nuestro país, con sus derechos y obligaciones, esos medios deberían afrontar serias consecuencias legales por confundir intencionadamente negocios particulares y estatales con firmas detectables sobre papeles en regla, con "coimas" y delitos varios.

Alguna vez Arturo Jauretche narró que, por defender los productos nacionales en el exterior, un embajador en India resultó denunciado por el diario La Nación. Pero claro, la "noticia" no podía dar cuenta de eso, por lo cual apuntó al desprestigio: el tipo fue identificado como el más bravucón de una reyerta de boliche, típica en Nueva Delhi. "Estos personajes nos representan ante e l mundo" espetó, ofuscada, la tribuna de doctrina.

El asunto es este, lector: mientras América latina daba uno de los principales pasos en su camino de potencia integrada con gobiernos de raigambre popular y democrática, y en tanto ese rumbo contenía a la Argentina como un protagonista orgullosamente importante, los diarios, radios y canales de acá nomás realzaban con grandes titulares la presunta inconsecuencia de Pepe Mujica y los presuntos cohechos del gobierno argentino.

En el mejor de los casos, se releva un hecho concreto y noticiable por una opinión subjetiva y varias hipótesis. En el peor, se detecta una grave elaboración de complejas mentiras destinadas a ocultar una realidad trascendente y positiva para los pueblos de la zona.

Puede que varios pavos circulen aún por el mundo periodístico y se ufanen de opinar con independencia sobre la actualidad. Son los que en la esquina del diario te "corren" diciendo "Si, si, ustedes hablan del Unasur porque no se animan a hablar de Uberti", con lo cual el debate se aborta debido a la congoja que se abate sobre uno.

Pero las empresas que reinan en el rubro saben perfectamente lo que está pasando y cuál es la noticia de fondo. Esto es, de tapa. Por eso, la ocultan y la menoscaban. La ridiculizan. La banalizan. Los grandes medios, en suma, son un reflejo de la esencia de sus cuerpos directivos.

Pero el Unasur
existe. Y la Argentina lo preside.