La curva nike del kirchnerismo


Por Julio Burdman


Kirchner ya no deja dudas acerca de su proyecto de continuidad. Y en marzo, su condición de posibilidad nació: el oficialismo, al que muchos daban por acabado, comenzó a mejorar en las encuestas de imagen e intención de voto. Pero en Olivos aún no se resuelve el dilema de cómo construir una nueva fase cuasi-mayoritaria, un tercer kirchnerismo, con vistas a 2011, habida cuenta de que el escenario de hoy es esencialmente diferente de los anteriores.


Recordemos que el kirchnerismo venía de una pendiente que parecía anticipar un inexorable fin de ciclo. Esta había comenzado poco después de la muy buena elección de Cristina Fernández en 2007, con la suba de los precios de la canasta alimentaria de ese mismo verano, se consolidó a partir de la crisis del campo en 2008 y se pronunció durante el enfrentamiento con los grandes medios de comunicación en 2009.


El bajo continuo de esta música depresiva era una incipiente recesión económica en el contexto del colapso financiero internacional. El posicionamiento de nuevas figuras políticas, con el propio vicepresidente Julio Cobos a la cabeza, era el resultado de ese intenso desgaste que expresaba, en cierta medida, la eficacia de los grupos políticos y sociales opositores al kirchnerismo: no estaban preparados para gobernar, pero habían logrado que sus críticas al gobierno se apoderasen de la agenda pública.


La elección adelantada -tal vez erróneamente, podemos decir hoy en perspectiva- de junio y la ulterior conformación en diciembre de un conglomerado ofensivo de bloques opositores en el Congreso, fueron consecuencias de esa anticipación de los tiempos que siempre propone la polarización política.


Pero paradójicamente, el kirchnerismo veía que su pendiente se convertía en una curva Nike a medida que la oposición ganaba protagonismo y se exponía a ese tipo de desgaste maldito que suele estar reservado solo a los que gobiernan.


La pregunta que desvela a los kirchneristas es cómo seguir sosteniendo el repunte de marzo, que les permitió renovar la ilusión de 2011. El bonus ofrecido por aquél mal espectáculo de la oposición no se renueva todos los meses, ya que a pesar de las dificultades que los atraviesan, los opositores de a poco aprenden a coordinarse en defensa de sus propios intereses.


Sin embargo, la curva demostró una lección tan simple como poderosa: la recuperación provino de un reacomodamiento de las preferencias por el gobierno con respecto a la oposición. Más específicamente, de un pequeño grupo de votantes que en alguna oportunidad se identificaron con el gobierno, luego se decepcionaron durante el conflicto deslegitimador, y ahora comenzaron a pensar que, frente a otras alternativas, el kirchnerismo puede ser preferible.


De eso se puede desprender que hay más flexibilidad en la opinión pública de la que supone el kirchnerismo duro. Y que en la curva Nike de marzo podemos identificar una instancia de evaluación por parte de un sector de la sociedad, que dejó un saldo favorable a Kirchner; no provino de las movilizaciones ni de la retórica.


Si la presunción es correcta, entonces para el oficialismo el camino óptimo para la captación de preferencias hoy se aleja cada vez más del modelo populista confrontacional, más enfocado en el acceso al poder que en su ejercicio, y requiere desarrollar todas las potencialidades de la gestión.


Captar preferencias no es igual para un gobierno en ejercicio -y en este caso, uno que lleva siete años- que para la oposición. La teoría de la “crispación”, que en nuestro medio fue oportunamente adaptada por el periodista Joaquín Morales Solá, fue elaborada por el sociólogo español José Maravalls para explicar la táctica de confrontación empleada por la oposición del Partido Popular al gobierno socialista de Zapatero.


Se trata de una estrategia característica de los partidos y medios de comunicación opositores, que tiene en sus manos todos los elementos a favor para jugarla con éxito. Los gobiernos, en cambio, dependen de la evaluación.


La batalla de la confrontación está perdida. Cometería un error el kirchnerismo si hoy planease jugarla como en años anteriores. Para ello, los grandes medios populares son un aliado fundamental y hoy éstos están en la oposición.


Si en algún momento, el kirchnerismo pretendió cambiar el mapa de la propiedad de los multimedios durante el actual gobierno, todo indica que no lo logrará. En el mejor de los casos, podrá lograr que la ley entre en vigencia y que ingresen nuevos actores a través de la adjudicación de nuevas licencias, pero el conflicto sobre los derechos de propiedad adquiridos no terminará de resolverse antes de diciembre de 2011.


Mientras tanto, la fórmula de evaluación kirchnerista es un combo cada vez más exigente, habida cuenta de los años transcurridos. El desgaste se acumula. Pero sigue siendo su terreno de acción privilegiada. Que incluye el impulso a la actividad económica, el afianzamiento de la implantación territorial, la capacidad de instalar nuevos temas en la agenda y cierta recuperación del prestigio.


El gobierno cuenta con los resortes para fortalecerse en todos estos campos, habida cuenta de la reactivación económica, su control de la política fiscal, la “agenda cultural progresista” y la heterogeneidad ideológica de la oposición; la Secretaría General de UNASUR puede servir a Néstor Kirchner más de lo muchos suponen.