Acerca de Proyecto Sur, su diccionario político y sus estrategias
Por Facundo Cersósimo
Agrupación Envar El Kadri
Jueves, 18 de Marzo de 2010
Desde hace varios meses -y justamente cuando el gobierno más avanzó luego del 28 de junio- Proyecto Sur ha profundizado una definición política más tajante respecto al mismo, acompañado de otras fuerzas afines que hasta un tiempo atrás se identificaban como kirchneristas.
La caracterización como continuidad del menemismo ha sido complementada con definiciones tales como “es un gobierno de derecha”, o de “re derecha”, además de rebatir cuando se los acusa de hacerle el juego a la misma, que “la derecha está adentro y fuera del gobierno”. Esto no le permitiría al kirchnerismo ser una fuerza progresista, de centroizquierda o nacional-popular.
Claro que esta caracterización apunta a dejar vacante ese espacio político, al que aspiran -con todo derecho- querer ocupar.
Pero hay que esclarecer una cuestión crucial: ¿a la hora de encuadrar una fuerza política dentro del espectro ideológico, la defino por sus integrantes o por sus políticas? ¿O por ambas?
Revisemos un poco el primer peronismo. Luego del 17 de octubre de 1945, Perón se embarca en armar una fuerza política nacional con la urgencia de las elecciones de febrero de 1946. Para ello se apoya en el Partido Laborista, en un sector de la UCR -Junta Renovadora- y restos del conservadorismo en las provincias del interior. Así, en la composición del Parlamento de aquellos años aparecen individuos de pasado conservador, nacionalistas de derecha y profundos anticomunistas. Sin embargo, calificar al primer peronismo de derecha está claro que no cuadra. Redistribución de la riqueza, nacionalizaciones, control del comercio exterior, no ingreso al FMI, etc, etc. llevan a que esté lejos de tal calificativo, por más que algunos -en clima de época- intentaron homologarlo con el fascismo o el nazismo.
El peronismo de 1973 es quizás un ejemplo más crudo. Si vemos el proyecto que se intenta implementar observamos que aumenta la participación de los trabajadores en el PBI, se vuelven a nacionalizar los depósitos bancarios, se rompe el bloqueo a Cuba, aumenta el comercio exterior con los países del este y se intenta redistribuir la tierra improductiva, entre otras medidas. Por otro lado, si nos fijamos algunos de los individuos que acompañaban ese proyecto observamos que vuelven a aparecer anticomunistas, conservadores, nacionalistas de derecha, etc. Pero es difícil encuadrar aquel gobierno dentro de lo que se denomina derecha, o por lo menos no lo haría el director de “Actualización política y doctrinaria”.
¿Y con el proceso que se inicia en 2003? Evidentemente sería erróneo trazar una similitud con las políticas de los dos peronismos anteriores. La participación de los trabajadores dentro del PBI no es como otrora, no se recuperaron servicios estratégicos como FF.CC., petróleo, gas, comunicaciones, comercio exterior, entre otras cosas. También es cierto que el contexto nacional e internacional y los jugadores que están dentro de la cancha no son los mismos, dato clave a la hora de hacer historia comparada.
Pero por otra parte -y aunque resulte reiterativo en este tipo de debates- es preciso señalar algunos aspectos de la copa media llena:
• recuperación de la empresa de aguas, correo, jubilaciones, Aerolíneas Argentinas, parcialmente las líneas de FF.CC. Roca y San Martín, Área Material Córdoba y la Fábrica Argentina de Aviones de Córdoba;
• impulso desde el Estado de los reclamos de los organismos de DDHH, avanzándose en los juicios a los represores de la última dictadura militar (116 llegan por primera vez a juicio, 100 ya fueron sentenciados, 600 imputados sin elevación a juicio), recuperación de la ESMA y otros centros clandestinos como centros de la memoria;
• sanción de la trascendente ley de medios audiovisuales, rompiendo el negociado del grupo Clarín con el Fútbol;
• rechazo al ALCA, vuelco de la política exterior hacia Latinoamérica con la creación del Banco del Sur, Unasur y otras medidas de integración;
• intento de apropiación de la renta de sectores concentrados del agro -que Lozano no acompañó-, debatiéndose el derecho del Estado a intervenir en rentas extraordinarias privadas;
• reducción de la desocupación, protegiéndose el empleo en medio de una crisis internacional, sin realizar una política de ajuste;
• extensión de la política de justicia social, con jubilaciones -y su ley de movilidad automática dos veces al año- y asignación universal -que redujo pobreza e indigencia-;
• nombramiento al frente del Banco Central de Mercedes Marcó del Pont, militante y economista heterodoxa no vinculada al poder financiero, por primera vez del retorno democrático.
• inversión en educación del 6% del PBI, repatriación de 715 científicos y realización de grandes inversiones en el aparato científico tecnológico -que tan bien refleja su importancia Solanas en “Argentina Latente”-, jerarquizándose el CONICET, CNEA e INVAP, entre otros, y creándose el Ministerio de Ciencia y Tecnología.
Todas estas políticas favorables a las mayorías las implementó una fuerza política (PJ-Frente para la Victoria) que cuenta en su interior con algunos personajes que -como bien dice Proyecto Sur- son de derecha o con un ideario conservador, y algunos de ellos acompañaron el proceso neoliberal de los años 90, aunque una parte ya pasó a integrar el grupo A.
Ahora, calificar de derecha a los gobiernos por algunos de sus miembros o por una parte de sus políticas llevaría a rotular de tal manera a todos los gobiernos desde la consolidación del estado nacional en 1880, y produciría una confusión general en el imaginario de los trabajadores y de los sectores populares.
De esta manera, parado en la oposición en 1953, ¿sería lícito llamar de “re derecha” al gobierno de Perón porque no expropió los frigoríficos, ni la empresa de electricidad, porque firmó los contratos con la Standard Oil, porque implantó la enseñanza religiosa en las escuelas y porque a cargo de áreas educativas tenía anticomunistas furibundos? Sin contar con la composición del Congreso, que no era justamente la Asamblea Plurinacional boliviana.
Si el gobierno que se inicia en mayo de 2003 es de derecha, cómo explicar entonces los enfrentamientos y el odio visceral de la Mesa de Enlace, las FF.AA., la jerarquía de la Iglesia católica, los multimedios, la AEA y parte de la UIA. ¿Sería un enfrentamiento de intraderechas?
Pero, así como rechazamos tal calificación del gobierno iniciado en 2003, tampoco sería lícito llamarlos de izquierda. Sí cuestionamos las categorías propias del viejo continente a la hora de analizar la realidad propia de América latina y de la Argentina en particular, porque crean confusión y no permiten comprender la naturaleza de fenómenos complejos como el actual. Así nos enseñó una de las intelectuales más brillantes de nuestro tiempo en “Los silencios y las voces en América latina”.
Por nuestra parte, creemos que se está gestando un gran colectivo nacional-popular, con varios partidos políticos, movimientos sociales, sectores de las centrales obreras, intelectuales y artistas, clases medias, estudiantes, pueblos originarios. La identidad de este colectivo se fue forjando y afirmando a medida que embestían los poderes corporativos, ya que la identidad propia también la moldea el adversario.
Como todo colectivo de estas características tiene grandes contradicciones internas. Así convivieron Cooke con la Alianza Libertadora Nacionalista; Walsh, Puiggrós y los chicos de la JP con Ottalagano y López Rega; Carta Abierta y el “Barba” Gutiérrez con Scioli y Othacehé. Esto no tiene que ser consuelo para justificar el barro y la bosta amontonada, ni repetir errores pasados, sino para entender la complejidad de los procesos de transformación y las fuerzas que lo encabezan.
El desafío es construir nuevas herramientas políticas por fuera de las viejas, pero sin dejar de formar parte de tal colectivo, tarea más que difícil en medio de un clima golpista, denunciado ahora por una senadora opositora. El peso e importancia de personajes conservadores y/o liberales será inversamente proporcional a las nuevas fuerzas que se gesten dentro del bloque nacional-popular.
Este colectivo comienza a ganar la calle y a movilizarse, hecho crucial de una fuerza que pretende realizar cambios y enfrentar la trama corporativa, salvo que se crea que desde un bloque de diputados en el Congreso se pueda llevar adelante un proyecto emancipador, como creían los socialistas de fines del siglo XIX y principios del XX, en sintonía con la II Internacional. 20 mil trabajadores de la Corriente Sindical Peronista que conduce Moyano en Neuquén, 15 mil en Chaco en la reasunción de Kirchner del PJ -hecho que no compartimos pero que entendemos-, 5 mil en el Congreso en la defensa de Marcó del Pont motorizado por la Tupac Amaru, 45 mil en Ferro en el acto organizado por el Movimiento Evita, 10 mil en Plaza de Mayo en la autoconvocatoria de los seguidores del programa 6,7,8.
Construir un proyecto emancipador por fuera y desde enfrente de este colectivo es válido. Pero para tocar los intereses de los que se opondrán a la hora de meter mano en la víscera más sensible, es preciso tener anclaje en sujetos sociales de carne y hueso. Sólo con denuncias, y apelando a los jóvenes y a los progresistas, no alcanza. En nuestra historia ya lo intentaron desde Lisandro de la Torre y Alfredo Palacios hasta Chacho Álvarez, Fernández Meijide y Elisa Carrió.
Ahora bien, dentro de los aliados que busca Proyecto Sur -como el PS, Juez, y otros- ¿son menos contradictorios internamente que las fuerzas que forman parte del colectivo nacional-popular? ¿El modelo de Binner en Santa Fe, no es el agro-sojero-exportador? ¿Federación Agraria -cuya militancia participa en algunas provincias del armado de Proyecto Sur- es un sujeto de transformación progresivo o pasó a formar parte de un engranaje del complejo sojero-rentístico?
Nadie duda la entrega militante de los compañeros de Proyecto Sur en su tarea de levantar una nueva fuerza política a nivel nacional. Las incertidumbres surgen a la hora de observar los aliados que se buscan, los puentes que se dinamitan con Hugo Yasky, Martín Sabbatella y Carlos Heller, acusándolos de neokirchneristas o socialista K -herramienta denigratoria utilizada por TN-, y de forjar una identidad basada, entre otras cosas, en el antikirchnerismo.
En el devenir del proceso actual se verán quienes son capaces de tocar los intereses más concentrados, pero que nadie se arrogue la pureza ni la exclusividad de posicionar a los rivales para quedar uno como “el más mejor".