El "secreto" de "El secreto de sus ojos"
Por el Lic. Álvaro Vives
El éxito de la película "El secreto de sus ojos" parece haber sorprendido a sus protagonistas pero no al público que desde su estreno la convirtió en candidata con certeza sin atenuantes.
¿Cómo explicar este fenómeno? En conferencia de prensa durante la madrugada inmediata a la obtención del Oscar, Ricardo Darín arriesgó una hipótesis sobre el tema. Sostuvo que la gente probablemente percibió en la película algo que atravesaría profundamente esta sociedad y que a ellos, metidos en la tarea de realizarla, se les escapaba. Acuerdo con él.
¿Qué convierte a una película de excelente factura en algo más que una obra que comunica en lenguaje cinematográfico una historia interesante? No es solamente su impecable realización técnica. Ante la obra sólo cabe disfrutarla en el plano sensible sin intelectualizarla, pero creo pertinente preguntarnos por ese fenómeno social concomitante. ¿Qué convierte a la película en una obra que conmueve y crea una situación nueva, antes inexistente en el espíritu colectivo, que comienza a llenar las salas y necesita escribir a la página web de la película?
Es decir, ¿qué convierte a una película en una obra de arte? Creo que es la activa recepción que produce en los espectadores, reacción casi química que crea un mundo nuevo. Se produce al percibir intuitivamente, en el plano sensible, la inscripción de algo hasta el momento inefable, de algo inaudito y, hasta entonces, inaudible pero a la espera de ser expresado.
(El imaginario social propuesto por Castoriadis de cuyo magma emerge una forma que se plasma, o la extraña idea de Freud expresada al final de su artículo "El malestar en la cultura" de tratar socialmente con psicoanálisis a comunidades enteras neurotizadas.)
El efecto de la película resulta equivalente al efecto de una interpretación en el seno de un psicoanálisis individual, pero con alcances sociales en la comunidad. Una interpretación no sella un sentido sino que produce todo lo contrario: un plus de sentido que exige trabajo psíquico y a partir de aquella se comienzan a reacomodar las fichas creando una situación nueva.
El libro de Sacheri guionado por Campanella y él mismo, logra capturar algo del horror que atravesó nuestra sociedad y la dejó suspendida en un tiempo traumático, sin resolución.
Lo pendiente, siempre eludido y postergado pero vigente en sus brutales consecuencias atraviesa la historia en insistentes planos: un aspirante a escritor que se distrae más de 30 años en actividades de fiscal, un amor que no se atreve, un crimen que no se paga, un castigo que no llega en un país que se invierte, y donde los delincuentes se convierten en ley y la justicia se esfuma dejando paso al Leviatán. Un pánico que no tiene fin y desata paranoia.
Sobre lo traumático no hay posibilidad de chiste, de plus de sentido. El tiempo se detiene porque la dimensión témporo-espacial se desencaja y le da a la experiencia un caracter irreal, imprescindible para sobrevivir, pero a expensas de estar desde entonces fuera de nuestra auténtica vida. Vida en la que lo importante, lo realmente necesario, resulta suspendido en un limbo eterno, sacrificado a la inmediatez in-significante. Eso le ha pasado a nuestra sociedad y aún está vigente en sus efectos. Creo que Sacheri y Campanella han sentido y expresado como artistas lo que la sociedad argentina aún sufre inconscientemente. No porque no tenga conciencia de sufrimiento, sino porque esa detención temporal no ha tenido aún instrumento de lectura ni posibilidad de expresarse. Porque la impunidad ha continuado en nuestra sociedad.
Pareciera que recién ahora, este colectivo humano que es la República Argentina estuviera despertando de su largo letargo traumático obligado a punta de impúdica impunidad.