Periodismo y política


El pueblo, el Sur, la verdad, la milanesa


Por Gabriel Fernández

Director de La Señal Medios


La realidad

La realidad es comprensible. Por lo tanto, narrable.

No es posible conocerlo todo; pero es probable indagar, aprehender y describir una situación, un proceso.


Es más prestigioso declamar posiciones subjetivistas y decir que la verdad es inaprehensible. Pero, salvo excepciones, que las hay, se trata de un error.


Así como el análisis político no puede prescindir del materialismo a la hora de entender la vida de los pueblos, el análisis periodístico no debe dejar de lado la búsqueda de informaciones certeras para ahondar en la actualidad y difundir sus sucesos.


Uno ejerce el periodismo en medios alternativos o crea sus propios medios, debido a que en los medios tradicionales no es posible concretar la razonable aunque compleja tarea de "tomar" la realidad y dar cuenta de ella.


No existe otro motivo directo. Durante un tiempo intenté informar en el suplemento Zona del diario Clarín acerca de la utilización de los fondos públicos en los países más relevantes del planeta y compararlo con lo que sucedía en la Argentina.


En primera instancia demostré que la inversión social del fisco aquí es equívocamente evaluada como "gasto público". Luego, que el aumento de esa inversión o "gasto" resultaba beneficioso en todos los planos para una sociedad.


Como esas aseveraciones contrastaban con los intereses monopólicos y con el ideario básico del liberalismo conservador, cuando mis textos empezaron a analizar lo que ocurría en el país, dejaron de aparecer. Clarín no quería informar la verdad, sino refrendar a cada paso su interés y su concepción.


Es decir: hay verdades, son detectables y demostrables.


Es decir: hay empresas comunicacionales que tienen como objetivo la ganancia y el control de la opinión pública, por lo cual no están interesadas en publicar esas verdades.

Debido a la ausencia de pensamiento nacional en los claustros, el materialismo popular de Raúl Scalabrini Ortiz y de Arturo Jauretche, la objetividad de Rodolfo Walsh, la precisión de Rodolfo Puiggross, están ausentes en el quehacer cotidiano de los periodistas --y otros oficios-- surgidos en los años recientes.


Decir que todo es subjetivo y que puede haber muchas verdades para una realidad específica, aunque resulte parcialmente cierto en las ciencias sociales, puede convertirse en una gran mentira a la hora de ejercer concretamente la profesión comunicacional.


Un hecho es un hecho, por muchos ejemplos enrevesados y juegos de palabras que se utilicen para demostrar lo contrario.


La interpretación

Los medios alternativos, entonces, son mucho más objetivos que los comerciales o monopólicos. Esto es natural: tienen menos premisas económicas e ideológicas que defender.


Estos últimos, al hegemonizar el mercado e intentar relevar el poder de presión que otrora le cupo a las Fuerzas Armadas, vienen acudiendo con esmero a la mentira directa. Pues su función no es informar sino ganar dinero y controlar la opinión pública.


Cuando se desplegó el proceso privatizador menemista, discutí con periodistas del diario La Nación --por entonces yo dirigía el diario de las Madres-- sobre sus coberturas.


Ellos decían: es cuestión de interpretación, los liberales pensamos que la empresa privada es mejor y ustedes los estatistas prefieren la empresa del Estado.


Yo les decía que no, que sacando cuentas simples era fácil demostrar que la pérdida de riquezas y de empresas nacionales perjudicaba a la nación y por ende al pueblo. Que ese proceso capitalizaba a firmas privadas extranjeras y descapitalizaba al país.


Con el verso de que el asunto dependía de la interpretación, los colegas mentían sobre lo que estaba ocurriendo. Hoy está claro que la Argentina perdió dinero y divisas, y eso es innegable para un liberal o para un estatista. No podía ser de otra manera.


Ahora bien, donde sí existen divergencias genuinas es en el plano de la interpretación de una realidad corroborada. Nosotros, los periodistas interesados en decir la verdad, tenemos que situarnos social y geográficamente para disponer de un mirador.


Es decir, necesitamos posicionarnos en el pueblo y en el Sur del continente para observar la realidad que queremos aprehender y transmitirla adecuadamente.


El lugar del observador es más importante que su concepción ideológica, aunque esta pueda aportar precisión a la interpretación y el análisis de los sucesos. Por lo común, un observador bien situado y con concepciones agudas, será, además y sobre todo, un militante popular.


La nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, entre numerosas virtudes, ofrece un porcentaje del espacio radial y televisivo para aquellos medios que anhelen informar adecuadamente y analizar profundamente la realidad. Ni más ni menos.


Son medios situados en el pueblo y en el Sur por su propio origen y por sus mismos componentes. Quieren transmitir los aspectos centrales de la realidad sin demasiados conflictos porque esa realidad corrobora su parecer. No necesitan forzarla, como el diario La Nación, para demostrar lo indemostrable.


La economía

Sin embargo, aún resta una batalla decisiva por librar. Debido a aquella desnacionalización y descapitalización de la nación y del pueblo, los medios alternativos se encuentran dentro del espacio social que percibe menos del 30 por ciento del Producto Bruto Interno.


Las grandes empresas beneficiarias de aquella concentración optan por respaldar (o son accionistas directas), a los medios monopólicos y mentirosos. Por tanto, el desequilibrio técnico, estructural y salarial, es importante.


Así, concluimos que el Estado debe hacer uso del superávit fiscal para invertir socialmente en los medios alternativos que narran la realidad con veracidad, asentados en el pueblo y en la región. De otro modo, ese lugar ofrecido por la nueva Ley, quedará desamparado, reducido en una competencia desigual y, por ende, silenciado.

Este planteo que realizamos aquí debería ser estudiado y considerado por periodistas y estudiantes del área, aunque también y especialmente, considerado por funcionarios y dirigentes con capacidad para disponer recursos.


No sea cosa que, una vez aplicada la Ley, vengan y nos digan "y bueno, la gente sigue eligiendo a los medios tradicionales; es que están mejor realizados y llegan con mayor nitidez". A otro perro con ese hueso. Ya lo dijo Jauretche: Igualá y largamos.

No queremos la pole position. Nos basta con una largada ecuánime.