Especial para La Señal
Abel Posse y su camino de Agartha
Por Herman Avoscan (Periodista)
La ciudad de Buenos Aires tiene un nuevo ministro de Educación. Se trata del diplomático de carrera y escritor Abel Posse. Tal vez Mauricio Macri pretendió dejar atrás la tibieza de Mariano Narodowsky – con maestría y doctorado en problemáticas pedagógicas y educativas –; o tal vez quiso enviar un mensaje sobre lo que aspira para el futuro... En un caso o el otro, se le fue la mano: el artículo que Posse publicó en La Nación le quita autoridad moral para llevar adelante el diálogo con las entidades sindicales y conducir un ministerio con tantas complejidades y diversidades culturales.
El ministro de Macri es un diplomático de profesión que cumplió destinos en lugares tan diferentes como Moscú, Lima, Venecia, París, Israel, Dinamarca, la República Checa. Como escritor posee una pluma ágil, entretenida y bien documentada. Fue merecedor de premios como el Rómulo Gallegos; Novedades Diana; Konex al Mérito y el de la Academia Argentina de Letras.
En cambio, es difícil saber cómo le fue en el refinado mundo de las relaciones internacionales. Ya el extinto senador Vicente Saadi había denunciado a la “corporación” del Palacio San Martín por llevar adelante una política exterior autónoma, con intereses diferenciados de los del gobierno nacional. Pero a la luz de los hechos producidos en los últimos días, uno debe pensar que su vocación por escribir ha dado mejores resultados que su profesión de diplomático.
Acostumbrado a la prosa aséptica de los comunicados de embajadas y de organismos internacionales; conocedor de las sutiles diferencias entre aparentes sinónimos, el lunes 3 de diciembre Posse se despachó con una incendiaria diatriba contra el gobierno nacional. Con un léxico cargado de violencia revanchista que recuerda a los comunicados oficiales de la dictadura militar de Videla, Masera & Cia.
Así, esa “silenciosa grey de humillados y ofendidos por la indignidad cotidiana” a la que apela se parece demasiado a la “mayoría silenciosa” que el régimen terrorista de 1976 le asignaba su legitimación como sistema. Habla de la “conmoción interior” que atraviesa el país, a la que el orden constituido sólo le puede oponer “un ejército diezmado en su presencia y poder”. Desconociendo que desde hace 25 años las leyes de Defensa de la Democracia y de Seguridad Interior prohíben al Ejército intervenir en políticas de seguridad interior.
Este “intelectual” argentino se asusta de lo que pasa a su alrededor: se descompone por la “inseguridad” a la que califica sin más de “sedición”; alerta sobre los ejercicios “de violencia urbana” a cargo de “grupos ideologizados”; sintetiza 50 años de luchas populares en “la razón trotskysta”; iguala la caída de la bolsa y la crisis internacional con la nacionalización de las jubilaciones privadas.
Pero su artículo es bastante más que una triste salmodia de los males que nos aquejan. Es un llamado a la acción. Como un Lugones moderno que en vez de cantar a la hora de la espada – a la que igualmente corteja -, Posse enfatiza su llamado a la “unidad nacional”, una “gran convocatoria, un fulgor del coraje con que se construyó este gran país”, en la que formen parte todos los sectores de la oposición.
“Esa llamada oposición se debe concentrar en programa y liderazgo”, dice. “Deben concentrarse en alguno o algunos de ellos, más allá de hipócritas partidismos, y promover acciones y soluciones. O tienen que dar paso y apoyar a quien tenga claridad, coraje y pueda reunir la fuerza necesaria. Se requiere ahora concentrar la voluntad nacional para enfrentar tanta anarquía e indisciplina como existen. Desde la escuela hasta el vandalismo de un país que carece del elemental orden público constitucional”. Palabras textuales.
Tanto como su visión de algunos “ruidos” disonantes que nos alertan sobre lo que está ocurriendo en el país. Menciona el “coraje” de un vicepresidente al votar a favor del agro; o la frase de “verdad y coraje” de Hugo Moyano al hablar del asesinato de Rucci.
Como siempre, ese discurso de “unidad nacional” esconde algún objetivo ulterior: pacificar el país y congelarlo en un determinado ordenamiento previo. Nunca menciona las causas reales de los problemas; su programa se decanta con la elección de las palabras: “Los asesinos y asaltantes drogados tienen armas operativas. Los policías, en esta Argentina al revés, las tienen sólo decorativas”.
La violencia de sus palabras parece fruto de un rencor largamente meditado, de una reflexión que se fue de madre por los caminos del razonamiento abstracto. Y como Walther Werner, el protagonista de “El viajero de Agartha”, Posse entiende que llegó el momento de entrar en acción.
En esa novela, Werner es un oficial de la sección Ahnenerbe de las SS. Su misión: encontrar las puertas de la mítica ciudad de Agartha para reestablecer un equilibrio de fuerzas cósmicas a favor de la Alemania nazi. Pero fracasa: se pierde en el desierto y el último registro en su diario es del 30 de abril de 1945, el día del suicidio de Hitler.
Pero Ahnenerbe y su jefe, el coronel SS Wolfram Sievers, son mucho más que la cándida secta ocultista que dibuja Posse: la división SS se especializaba en experimentos con seres humanos, y Sievers fue condenado a la horca por el tribunal de Munich por delitos de lesa humanidad.
Hay dos momentos en que Werner llega al momento culminante de pasar del razonamiento abstracto a la acción: cuando participa de la orden para hacer desaparecer a un espía inglés tomado prisionero en la Francia ocupada; y cuando asesina al general inglés que había descubierto su rol de espía en Calcuta.
Ahora, Posse tiene su momento extremo. En su entusiasmo, califica de “ladrillazo en la noche” el voto “no positivo” de Cobos; y de “pedrada contra cristal” a la frase de Moyano. Que trae una lamentable resonancia a “la noche de los cristales rotos”, la jornada que marcó la escalada de la política antisemita en la Alemania de 1938.
El escritor sabe a quién le dirige su exhortación a la acción: a Mauricio Macri, el hombre que lo convocó a hacerse cargo del ministerio de Educación de la ciudad más importante del país. Y en su nombre llama a la ciudadanía a defenderse de una “minoría” que “se ha adueñado del poder”.
Mauricio Macri ha recibido el brulote; ha sopesado los riesgos que se avecinan; y a pesar todo, lo ha confirmado. Habrá que ver hasta cuándo se anima a sostenerlo en el cargo.
Mientras tanto, no podemos tomar el artículo de Posse como el desconsuelo de un anciano irritado ante una realidad que no entiende. Allí representa el corazón de una Argentina autoritaria que todavía existe; que está esperando agazapada con la esperanza de retornar.
