Solo se sale por arriba
Lido Iacomini
Aún estamos promediando el último mes del 2009 y ya la perspectiva electoral del 2011 comenzó a teñir toda la política argentina. Hasta las abundantes indefiniciones..
Los corporativos afirman no ser corporativos y los destituyentes dicen ser defensores de la democracia. Aunque a De Angeli le pusieron una cinta de embalar en la boca antes de subirlo al palco, Biolcatti pidió la cabeza de Scioli y resulta difícil a esta altura creer que se desbocó. Es difícil adivinar lo que hubieran sido los discursos si hubieran tenido el público suficiente.
Estas cosas adquieran una relevancia distinta y suavizada ante el fracaso de la convocatoria al Rosedal promovida por al Mesa de Enlace. Una pista de esto la ofreció el vicepresidente de la UIA que encontró espacio para despegar a su institución del compromiso, ahora individual, de su presidente con la Mesa destituyente..
Esto ofrece la posibilidad de una mirada más amplia a la coyuntura política y especialmente a las divergencias, existentes y en desarrollo, en el conjunto de la oposición. Entre ellos hubo quienes trabajaron en contra del éxito de la asonada agromediática aunque de palabra “apoyaron” a la misma. El Rosedal, ya desde su menguada convocatoria, evidenció el nuevo territorio, ahora más moderadamente parlamentario, en que encajonó las crispaciones opositoras la nueva Reforma Política.
Maniobra que le insufló aires frescos a la desvencijada UCR pero que, sin Pacto de Olivos mediante, ni alcanza para pavimentar una aún improbable reelección kirchnerista. La Reforma se muestra a lo sumo como una estrategia defensiva para garantizar gobernabilidad y en el mejor de los casos debilitar a panradicales y justicialistas disidentes, en la medida que afronta la dispersión.
¿El programa de la oposición?
En estas condiciones preelectorales la táctica destituyente se va encaminando a quedar subsumida en una política de demolición del kirchnerismo, apta tanto para los grupos monopólicos que se apresuran a recuperar un modelo económico mas acorde a sus intereses y hoy dedican su tiempo a la promoción de la inflación, como a los grupos políticos que aspiran al triunfo electoral y a una sucesión institucional.
Pero la oposición no es un programa de unidad ni un proyecto alternativo. El grupo A y adláteres tan sólo se unió para destrozar al kirchnerismo y encontró en ello la quintaesencia de su función. No hay programa que no sea el de la destrucción. Los sectores corporativos si lo tienen y pujan por adosárselo a los candidatos. Fue esto lo que lograron por un período los popes agrarios, ayudados por la repercusión de sus gigantescas movilizaciones y su repiqueteo mediático. Algo muy semejante a la blumberización. Pero pareciera que ahora es la hora de los políticos, que son otra cosa. Para esos la lucha por “llegar” implica ocultar el programa, que divide, sectoriza y predetermina, al menos por ahora. Además en su gran mayoría están dispuestos a cambiar sus ideas, algunos hasta de partido, según por donde vaya la ola.
Obviamente a la derecha más recalcitrante se le escapa el brazo hacia arriba mientras escupe el ¡Heil!, en la lógica del cuento del alacrán. Inoportuno. No están en su momento fácil, sobre todo cuando tienen que estructurar políticas que crucen las fronteras de la destrucción.
Así lo estamos viendo en la ciudad de Bs. As. Macri, que era una de las esperanzas más nítidas de la reacción, una especie de playboy berlusconiano, un menemista sin su picardía política, se empeño con tozudez en abortar su candidatura presidencial. No sólo logró eso sino que va hundiendo en el desprestigio las políticas de la derecha más cerril que había envasado en un programa reaccionario con tintes populistas. Es decir desaparece de la perspectiva política no solo su candidatura a la presidencia sino que hace virar las propuestas de la oposición, que hoy encuentra más funcionales a sus ambiciones restauradoras contar con un ala izquierda embellecedora de sus intenciones.
Posse, antes de asumir, quiso marcar la cancha y escribió sus principios en La Nación. De una sinceridad apabullante, se mostró dispuesto a enfrentar al 90% de los habitantes porteños. De los jóvenes y no tan jóvenes que abrevan en el rock al 100%. Ya en la Argentina teníamos a una izquierda testimonial, minoritaria por vocación y ahora parece que Posse pretende inaugurar una derecha testimonial.
La ventaja que nos ofrece y debiéramos aprovechar es que permite –y permitirá si logra durar- desmenuzar, ante los ojos y los oídos de muchos, los alcances de una ideología desnudamente fascista que involucra no solo a Macri en la vida política nacional. En principio logró tender un puente entre Mauricio y el triplemente condenado Mario Benjamín Menéndez.
Y por casa estamos jodidos
Trampa de la época o no, los procesos transformadores latinoamericanos se ven forzados a revalidar sus títulos de conducción en republicanos plazos fijos electorales. Y en las condiciones actuales, crisis global y artificiosos poderes mediáticos, suele esto transformarse en desiguales combates. Aunque los gobiernos kirch-neristas suelen hacerse merecedores de broncas magistrales por macanas que a veces contradicen las aspiraciones y necesidades populares, no hay posibilidad de darle profundidad y continuidad a los cambios políticos, económicos y sociales sin tener en cuenta la necesaria unidad popular y la envergadura alcanzada por el kirchnerismo y sus aportes, aún derrotado.
Y si de derrotas hablamos, la oposición ya da por sentada en las elecciones del 2011 la del kirchnerismo. El crispado y peligroso camino destituyente logró instalar un sine qua non paradigmático: ¡que se vayan los K! Y sobre ese asfalto se va construyendo el nuevo “sentido común”, mutando un rostro de sibilino traidor en estadista aburrido. El modelo hondureño suena complicado y “bananero” para estas tierras y es más simple, cercano y prolijo apostar al ejemplo chileno. No nos faltan Piñera de ocasión.
Estamos jodidos si miramos la perspectiva con un simple devenir de las variables en juego. El camino de la simple acumulación de factores positivos pareciera no alcanzar. O lo que es igual: está aún lejano el punto donde la cantidad se transforma en calidad. Por eso es bueno recordar que de los laberintos se sale por arriba.
