El secreto de sus ojos bate récords de taquilla
¿Casualidad o nueva conciencia?
Por Néstor Gorojovsky
(aparecido en el número de setiembre del periódico Patria y Pueblo)
Claudio Minghetti, crítico y comentarista de cine de "La Nación", observa que "en las últimas semanas [agosto de 2009], el cine argentino viene logrando una sostenida aceptación del público local, recuperándose así de un año que no había empezado con demasiadas sorpresas. El hecho de que las dos películas que encabezan la recaudación de este fin de semana sean argentinas (/El secreto de sus ojos/, de Juan José Campanella, y /Papá por un día/, de Raúl Rodríguez Peilá), títulos que están en su tercera y cuarta semana en cartel, respectivamente, ya es un logro.
Ahora, con el estreno de Anita, de Marcos Carne vale, que se ubicó tercera en la taquilla, el fenómeno se volvió un hito: /las tres producciones locales fueron vistas por un total de 287.173 espectadores,
más de las dos terceras partes del total de las personas que fueron al cine durante el fin de semana. Un récord que no parece haberse dado en la industria local desde cuando, en la década del 70, era frecuente encontrar varias películas argentinas por delante de tanques del cine norteamericano"/ (http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1169143; "Los tres films más vistos del fin de semana son locales. El cine argentino domina la taquilla"; las bastardillas son nuestras).
Puede ser una golondrina suelta, de ésas que no anuncian el verano. En esta época del año afloja un poco la presión de las grandes productoras de EEUU y las películas argentinas encuentran un respiro. Pero el dato, de todos modos, es llamativo porque un récord siemp re es un récord ¿Diremos entonces, guiados por la comparación de Minghetti, que el público de cine se ha vuelto "setentista"?
*/Los 70 y los 2000: dos “booms” cinematográficos diferentes/*
El auge del cine argentino en los setenta estaba directamente vinculado a la aparición de películas que aprovechaban con sus propuestas la ola de introspección profunda en que se había sumergido la conciencia de los argentinos a partir del Cordobazo y quizás desde algo antes. Víctimas de la época, no podían escapar de la censura oligárquica (el San Martín de Torre Nilsson tenía un veedor del Instituto Sanmartiniano asegurándose en el plató de que el héroe nacional jamás apareciese en pantalla con una sola gotita de sudor; ni hablar de un beso de amor como se debe a la pobre Remeditos...), pero así y todo supieron “hablarle a las mayorías sobre temas argentinos”. Datan de esos tiempo s, entre muchas otras, un nada olvidable (aunque bastante olvidado) /Martín Fierro/, un /Rosas/, un /Juan Moreyra/, y como coronación /La Patagonia Rebelde/ o /Quebracho/, que a su manera cierran el ciclo.
En nuestros tiempos, y libre de la censura explícita de la oligarquía, el cine argentino eclosiona con éxito de público a partir de una serie de películas desangeladas como /Pizza, Birra, Faso/ o /Mundo Grúa/ (que sin hacer panfletos mostraban en qué había devenido finalmente la Argentina después de un cuarto de siglo de contrarrevolución), se continúa en la brillante y cínica /Nueve Reinas/ (a su modo una exposición graciosa de las inconfesables convicciones de las clases medias en tiempos de putrefacción moral), y ahora rompe récords con la cuidadosa policial /El Secreto de sus Ojos/ (donde un crimen, su solución y el sentido de la justicia se enlazan sin panfletarismos con los aparatos parapoliciales de López Rega y, de un muy extraño modo, con el secuestro, la muerte y la desaparición de personas).
Quizás sea la primera vez -desde /La Parte del León/ (Aristarain, 1977), que según nos apunta Enrique Lacolla "en plena dictadura (1977) tiraba puntas climáticas, atmosféricas, que hablaban de forma indirecta acerca del clima de esos años"- que se ataca la relación entre la violencia política de la segunda mitad de la década del setenta y la vida cotidiana tomando a la primera como un dato, como un hecho más, aunque determinante, de una trama novelística. /El secreto../. cumple, de este modo, con el principal elemento definitorio de la novela histórica (o del cine histórico): desideologizar una cuestión central de la vida histórica como modo, precisamente artístico, de llenarla de historicidad porque se constituye en un elemento crucial de la vida imaginada para los personajes.
*/¿Una autorreflexión profunda?/*
/El secreto…/ está aportando la mitad de los espectadores que consuman el récord en marcha. Espectadores que parecerían estar sufriendo un proceso de autorreflexión menos visible, menos claro, que el de los setenta pero -quizás por ello- más profundo y duro. Es posible que este éxito de taquilla no sea separable de las condiciones de la vida politica de hoy (resultado electoral del 28 de junio inclusive), y que esta preferencia por la obra de Campanella esté indicando algo más que el mero éxito de una película muy bien hecha y muy bien actuada.
Quizás esta reflexión colectiva desemboque en hechos más profundos que aquellos que presidieron el suceso cinematográfico de /La Patagonia Rebelde/ y /Quebracho/, con que se cerró el ciclo de los setenta. Ambas eran películas de denuncia (significativamente, dicho sea de paso, con entradas ambas en la mostración, con intenciones documentales y didácticas, de acontecimientos históricos de la Argentina pre-peronista). En el fondo no les faltaba una fuerte dosis de moralismo, que resulta difícil desprender de los códigos íntimos con que se articuló a sí misma la rebeldía popular de esos tiempos. Ese moralismo –volcado imaginariamente, además, a un país que Perón había terminado de enterrar bastante antes de que se hicieran las películas- terminó atrapado en las olas del naufragio del proyecto de liberación nacional. No pudo sostenerse ante los embates producidos por una combinación de contratendencias funestas, entre las cuales cabe destacar como elementos accesorios pero fundamentales para este tema (a) la desaparición física del General y (b) el ansia milenarista (no carente de nihilismo) con que parte de las nuevas camadas políticas (y no solo por izquierda, aunque esto último en modo alguno convalida la "teoría de los dos demonios") creyeron encontrar en el sustitutismo armado su salida ante los males de un país enfrentado a su destino.
Ojalá que esta nueva olita de cine argentino crezca, se haga torrente y se mantenga en el cauce ancho abierto por /El secreto.../, y ojalá que esta temática siga teniendo éxitos de taquilla, porque entonces estará mostrando que, como también nos apunta Enrique Lacolla, quizás tenemos razón si pensamos que algo se está "moviendo en el inconsciente de los argentinos" que los lleva a reconocerse en una ficción que “aborda el pasado sin proponerlo desde una interpretación panfletaria sino a partir de una historia que roza sus costados más oscuros, sin pretender refregarnos dogmáticamente su sentido, para "enseñarnos" a pensar".
Sería un primer paso hacia una nueva madurez, que bastante falta nos
está haciendo.