Félix se dio tiempo

Por Gabriel Fernández

Uno de los pocos hombres "exitosos" que he conocido, acaba de morir. Se trata de mi amigo Félix Cantero.

Militó donde quiso, escribió lo que pensó, fue amigo de quien anheló, formó una familia armónica y querible, que lo enorgullecía.

Siempre galgueó, porque semejantes opciones no son las más rentables en el mercado, pero más allá de su pelea cotidiana por la subsistencia, no se quejó. Sabía que hay cosas que valen y otras que cuestan. Optó por las que valen.


Marxista convencido, militante por los derechos humanos cuando el asunto era todo un problema, Felix se zambulló en los medios alternativos comprendiendo claramente su trascendencia estratégica. Y remando en consecuencia.

Venga, lea, siéntese tranquilo y fíjese lo que le voy a decir.


Félix, que andaba de acá para allá con actividad es, propuestas, actos y documentos, siempre se hacía tiempo. Uno podía tomarse un café, sentarse a matear, conversar largamente. Por algún motivo que quizás haya que rastrear en las prioridades internas que se dictaminan a si mismas algunas personas, ninguna tarea le impedía disponer de un buen rato para ver cómo andaba el compañero, repasar asuntos personales, políticos, deportivos. (Esa enseñanza práctica no siempre resultó bien aprendida: en mi caso, por ejemplo, sigo acumulando deudas simples por encuentros truncos con tanta gente valiosa que merece mi afecto. Y sigo juntando horas de espera para resolver cuestiones económicas que, sin calidez, no se resolverán.)

Esto lo aplicó a su familia. Basta ver, tratar, sentir a sus pibes -Sebastián y Ernesto- para percibir el sentido de vida, o mejor, el clima, que sus padres les transmitieron. Y conocer la inteligente bohnomía de Marta para comprender porqué Félix no sent ía la n ecesidad de rezonga r por las dificultades que le vida le ponía por delante.

Los chicos son una combinación de creatividad, dinamismo, voluntad y humildad que enorgullecían al padre a niveles harto justificados. Hace poco tiempo, tomando un café en San Telmo, el amigo me imponía de músicas, discos, dibujos, narraciones desplegadas por ellos; y como sabía que el mundo del arte exige más que la propaganda paterna, ofrecía los productos con la confianza de quien sabe que las realizaciones valen. Pocas cosas nos unieron tanto con Félix como el orgullo de ser padres de quienes somos.

Cuando con Vívian resolvimos enviar a Lautaro a aprender inglés con Marta, nos sorprendimos gratamente por su actitud. La preocupación, el goce, el sentimiento con los cuales formaba a nuestro pibe, eran un canto a la enseñanza. Vocación y calidez que luego pude corroborar en la escuela de las tres esquinas, en Barracas.

Digo esto porque ellos también son Felix, con per s onalides propias y opiniones personales, pero con un estilo que ha envuelto a esa familia por décadas y ha irradiado, desde La Boca, sensibilidad y compañerismo por los más variados senderos del país.

Vívian Elem, Florencia Lance, Ana Paoletti, Rodolfo Luna, Cesira Luceti, Mario Muñoz Mayorga, Felix Cantero y quien les habla, entre muchos, compartimos en los 90 la histórica redacción del diario de las Madres. Allí se pudo impulsar información y reflexión sin sectarismos, con perfiles nacionales, populares y revolucionarios, siguiendo la huella de Tito Paoletti entre otros. Y dimos el portazo, juntos, cuando no daba para más. Fue un gesto valiente de cada uno. Y sabíamos que para algunos, como Félix, representaba una decisión especialmente dolorosa.

Los dos tratamos de articular, más tarde, un frente tomando como epicentro la bancada socialista que había arribado a la Legislatura porteña. Y si los resul ta dos par ticulares no fueron los esperados, el esfuerzo en esa dirección se manifestaría con los años, cuando las confluencias alcanzaron otra dimensión.

En ese período, yo cometí una de las tantas injusticias y arbitrariedades que atraviesan mi existencia, sosteniendo una dura pelea en términos inadecuados con mi amigo. Más allá de la temática -siempre hay un poco de razón en cada postura- la torpeza de mi planteo llevó a un quiebre profundo en la relación. Durante un largo período, estuvimos distanciados. El dolor provocado no quedó saneado por el posterior acercamiento. Ni Félix ni su familia merecían mi enojo.

Anduve por la vida, largo rato, pensando para mis adentros "tengo una cuenta pendiente muy importante". Necesitaba pedir disculpas. Andando por Avenida Patricios pensé y calibré muchas veces cómo lograrlo.Y aunque el método debía ser sencillo, sólo el andar y el crecer interior podían permitirme llegar a esa instancia.

Con el correr del tiempo, la bronca fue aflojando y nos fuimos cruzando en distintos espacios. Debido a un muy buen amigo común, Mario Muñoz Mayorga, me enteré de la realización de dos libros conjuntos. Aproveché para invitarlos al programa de radio; por un lado, porque los textos lo valían, y también porque eso me permitía acercarme nuevamente a quien decía, orgullosamente "mi familia bajó de la bodega de los barcos, soy negro y de Boca", y actuaba en consecuencia.

El reencuentro fue avanzando, y Félix empezó a escribir una columna sobre política nacional en La Señal Medios. Se fue estableciendo una continuidad que le permitió dar cuenta de las inquietudes que lo atravesaban y al mismo tiempo nos facilitó el enriquecimiento informativo de nuestro espacio de contenidos.

Teníamos buenos planes al respecto para el 2010. Felix me propuso una columna semanal sobre derechos humanos que acepté enseguida, mientras preveíamos una p artici pac ión más activa en el programa de Radio Gráfica. Y me contó acerca de un nuevo proyecto literario: tras la publicación de sus cuentos, pensaba abordar el desafío de una obra teatral. Esto último, claro, ya no será.

Ahora bien, compañeros: si las pérdidas son irreparables y el vacío es difícil de afrontar, quiero señalar con toda franqueza que el tiempo de vida de Felix Cantero, por lo señalado al comienzo de esta ¿nota? estuvo muy bien aprovechado. Félix se fue de estos pagos modestos con la satisfacción indecible de haber construido la familia que quería llevar adelante, de haber peleado exactamente por las causas que le preocupaban, de contar con los amigos que le calzaban a medida. Y si bien, como vimos, tenía en carpeta unas cuantas letras más, escribió lo que su conciencia le dictó, lo publicó y lo difundió.

Félix se dio tiempo. Y quiero manifestar mi admiración.