Entrevista a Horacio Verbitsky
“Macri no tiene chances presidenciales”
Mordaz como siempre, sostiene que Macri es “un hombre teledirigido”, que la Ciudad es un laboratorio de fuerzas sin proyección nacional y que los K desafiaron poderes “sin una construcción política sólida”.
Por Martín Rodríguez
Nota publicada originalmente en el semanario Noticias Urbanas nº 220, del 23/12/09
Horacio Verbitsky produce pánico en todo político citado en su columna dominical de Página/12. Uno imagina al político en cuestión, en el living o quincho de su casa, suspirando si esa cita lo deja más o menos bien parado. Verbitsky es uno de los columnistas más lúcidos e ideológicamente claros de la prensa argentina. Su yeite de hacer públicos los nombres completos o las genealogías familiares de los políticos (“yo sé todo de vos”) también cuaja en un modo más profundo de ver la política: una trama sanguínea de corporaciones (Iglesia, familias, grandes propietarios) a la que el periodismo debe hacer pública. Verbitsky también es un dirigente de los derechos humanos hace años, y sobre esa historia de sangre derramada ancla sus valoraciones más visibles acerca de la política y los políticos. Hablamos con él de predicciones y balances de cara a un 2011 cada vez más teñido de esoterismo.
–¿Por qué Macri llega al poder?
–En primer lugar, porque hay un hartazgo manifiesto hacia los gobiernos pretendidamente progresistas como el de Ibarra y Telerman. Frente a eso, surge Macri como una oferta de populismo conservador, con un proyecto muy bien pensado, con mucha antelación. Macri decidió comenzar su carrera política en 2002. Viajó con De Narváez y Burzaco a Estados Unidos. Ahí se reunieron con Arturo Valenzuela y crearon una fundación que manejaba De Narváez. Previamente, Macri había programado su lanzamiento político a través de la presidencia de un club de fútbol, siguiendo el modelo Berlusconi. Macri es Maurizzio Macri, todas sus referencias políticas son de Italia, donde su abuelo fue un dirigente político importante.
–¿Un dirigente de dónde?
–El abuelo de Macri creó un partido que se llamaba Partido del Homo Qualunque, que quiere decir el “partido del hombre cualquiera”. Y es una expresión que hasta hoy se usa en la política italiana: el qualunquismo. Digamos: el razonamiento de Radio 10. Fue un partido importante en los primeros años de la posguerra, en el reagrupamiento de las fuerzas que habían sido fascistas antes, hasta que con apoyo de Estados Unidos surgió la Democracia Cristiana como alternativa. Pero en los primeros años de posguerra fue un partido que llegó a ser árbitro de la política italiana. Ése es el abuelo de Macri, padre de Franco. Entonces, su referencia es Berlusconi. Y su desempeño como presidente de un club muy popular es parte de su lanzamiento político, sumado al desencanto por las gestiones pseudoprogresistas. Y en un electorado que ha mostrado unas veleidades notables… Ésta es la ciudad donde gana Alfredo Palacios y Erman González. Bandeos de derecha a izquierda casi siempre, eludiendo a las grandes fuerzas nacionales; un “laboratorio de terceras fuerzas” que después, rara vez, han tenido viabilidad nacional.
–¿Macri tiene potencialidad como para liderar por derecha al peronismo?
–Me parece que es demasiado ignorante y torpe para eso. Es lo que él quisiera, obviamente. Digamos, la gran discusión ideológica dentro del macrismo, o táctica, que para ellos no tiene diferencia, ha sido cómo relacionarse con el peronismo. Jorge Macri planteaba que había que profundizar la alianza con Solá en la provincia y tener una política proactiva hacia el peronismo. En cambio, los consiglieris de Macri –Caputo y Torello– planteaban que había que esperar que el peronismo viniera a buscarlos. Un peronismo sin candidato, destruido, y del cual Macri, desde afuera, iba a ser su candidato. Eso revela un escaso conocimiento del peronismo y un sobredimensionamiento de la personalidad de Macri, que no es una gran figura para que alguien vaya a buscar.
–Hace poco Montenegro contaba que, en una audiencia en la Legislatura, Marcelo Saín miró hacia donde estaba Ibarra y le dijo: “¡Ustedes tendrían que haber hecho esta policía!”. ¿Una verdadera política progresista, a la luz del crimen de Carballo, asesinado por la Federal en un recital de Viejas Locas, no era crear una policía?
–Sí, por supuesto. Lo que pasa es que Macri es incapaz de hacerlo. Su idea de la Policía Metropolitana fue pedirle un candidato a la DEA, el Fino Palacios. Eso lo dijo Macri. Cuando él explica por qué lo designa, dice que le pide un candidato a la DEA, a la embajada de Estados Unidos y de Israel. Esto califica perfectamente quién es Macri: un hombre absolutamente teledirigido, dispuesto a cero gesto de autonomía. Digo: que Palacios haya caído en la trama de las escuchas es un dato menor y accesorio, el dato central es que Macri, cuando creó la Policía Metropolitana, fue a pedirle un jefe a la DEA y a la embajada de Israel. Y, por otro lado, están tratando de crear un cuerpo de elite, cuando ellos lo que tienen son faltas municipales y delitos menores. Es decir, una cosa es la idea de encarar el tema de la seguridad, crear una policía, lo que presuntamente le habría dicho Saín al “ladriprogresismo”, como le dice Artemio López. Ahora, armar este monstruo que empezó Macri es una prueba de absoluta incapacidad.
–¿Qué piensa de la estrella de Pino Solanas y la cantidad de votos que consiguió? ¿Y cuál sería la proyección de un progresismo en la Ciudad?
–Ahí hay una contradicción. A mí me resulta difícil imaginar un gobierno progresista en la Ciudad desvinculado a un proyecto nacional. Y al mismo tiempo es evidente que el proyecto de Kirchner tiene un alto grado de rechazo en la Ciudad: es una ecuación de resolución imposible. Vamos a ver cómo se va a mover Proyecto Sur. Si Solanas cree que el 27 por ciento que sacó es suyo, va a ser como Carrió, que creyó que el 22 por ciento de las presidenciales de 2007 eran para ella y terminó saliendo tercera en la Ciudad. Si entiende que fue la oferta más atractiva cuando había un fuerte rechazo al Gobierno nacional en la Ciudad y que se le sumaron votos de distintos sectores, incluyendo la derecha que quería cascotear al Gobierno nacional, y hace una política que no gire en torno de su personalidad, y amplía alianzas y consolida una fuerza, tiene posibilidades.
–En lo nacional, ¿qué pasó el 28 de junio? ¿El kirchnerismo dejó de interpretar a la sociedad?
–No, no creo que haya dejado de interpretar a la sociedad, creo que afectó demasiados intereses poderosos sin tener una base de sustentación proporcionalmente fuerte. Desafió a demasiados poderes sin una construcción política sólida, porque si tenés a Scioli como gobernador de Buenos Aires, tu construcción política es endeble; si estás recostado en el Partido Justicialista como lugar excluyente de acumulación política, estás en dificultades para hacer el tipo de política que Cristina hizo. Creo que han ido más a fondo que cualquier otro gobierno en medio siglo, han afectado intereses muy poderosos.
–¿Y no es entendible que la sociedad, justamente, no quiera eso, que es más conservadora y está a la derecha del gobierno?
–Mirá, la sociedad no existe, lo que existen son fuerzas políticas, sectores sociales, la sociedad es una abstracción, eso de que “la sociedad quiere, la sociedad no quiere”… Por ejemplo, en el caso de la Ley de Medios, hubo una estructuración política y una articulación social que respaldaron y permitieron su sanción, que en otro tipo de medidas no hubo. El kirchnerismo implicó un corte neto con una cantidad de decisiones políticas y económicas, pero no en cuanto al funcionamiento de la organización que lo respalda. El hecho de que Miguel Pichetto sea el presidente del bloque del Senado, uno lo recuerda de los tiempos de Menem, de Manzano… No lo digo por cuestionarlo, me parece que Pichetto ha sido un buen presidente de bloque, pero es una demostración de la escasez de construcción política distinta.
–Mi percepción es: una medida de un consenso indiscutido como es la asignación universal es casi resuelta en 10 minutos, con un decreto y un discurso no muy entusiasmado.
–El déficit de la construcción política consiste en eso. Una medida como esa por la cual hay sectores de la sociedad que están luchando hace 15 años, que tiene un impacto económico y social fuertísimo, anunciada de esa manera es un buen ejemplo de lo que estoy diciendo: de un déficit de construcción política y de la audacia de decisiones.
–Pero otras medidas confrontativas que no arrastran tanto consenso como las retenciones, se ponen en discusión, y una medida como la universalización, que serían “los fines distributivos”, no se discute del mismo modo.
–Eso tiene que ver con que las retenciones son una medida que implica una imposición directa sobre un sector poderoso. La asignación en cambio se paga con fondos recaudados de distintos orígenes, de distintos impuestos. No implica una confrontación con un sector que se agarra el bolsillo y dice “esto es mío”. Lo que pasó con la 125 no fue porque el Gobierno lo programó así, sino por la virulencia de la respuesta de la Sociedad Rural y sus aliados. El Gobierno lo hizo en términos parecidos a lo de la asignación. Ni siquiera un decreto, fue una resolución ministerial. Lo que pasa es que hubo una reacción fenomenal frente a la cual se movió con cierta dificultad, y puso en evidencia también ahí la endeblez de la construcción política. Porque le votó en contra Solá, Reutemann, Urquía, Cobos. Cuatro alianzas fuertes del kirchnerismo. O en Córdoba, por ejemplo, que en la elección de gobernador de 2007 el gobierno jugó a dos puntas: apoyó a Schiaretti a través de Jaime y De Vido, y a Luis Juez a través de Alberto Fernández. Cuando creés que todo suma, todo resta. Y hoy día tiene adversarios muy fuertes, tanto en Schiaretti como en Juez.
–Fogwill decía, en una entrevista reciente, “Macri ya fue”. ¿Usted qué 2011 imagina?
–Y sí, Macri ya fue porque es demasiado ignorante. La designación de Abel Parentini Posse como ministro de Educación es fruto de la ignorancia (NdR.: presentó su renuncia al cierre de esta edición). No tenía idea de la reacción que iba a provocar esa designación. Macri lo conocía de las columnas de La Nación, esa prosa rebuscada, pretenciosa, antigua, de Posse, que les encanta a algunas señoras y coroneles que conozco. Seguramente Macri leía esas columnas y le pareció buena idea. Además Posse está en todos estos movimientos de la derecha internacional, de Vargas Llosa, Aznar. Ahí seguramente hubo un contacto que los acercó. Y como nadie razonable quería aceptar, bueno, se les ocurrió esto. Hay un dato: en las elecciones del 28 de junio, Macri perdió el mismo porcentaje de votos que Kirchner. Los dos cayeron de 45 a 30 por ciento. La diferencia es que no hubo alguien que sacara más que Macri, Pino se quedó en el veintipico. Por eso queda en la memoria que Kirchner perdió. Pero Macri no tiene posibilidades presidenciales. Cobos tiene alguna. Pero, primero, no le va a ser simple llegar al gobierno. Y segundo, si llega no puede gobernar. Como no pueden Duhalde ni Reutemann.
–¿Y por qué no pueden?
–Porque un gobierno debería construir su base a partir de algo recibido de la gestión anterior. Estos vienen con una pretensión de tierra arrasada. Plantean propuestas que sólo cierran con represión en este contexto. Políticas de ajuste. Énfasis en la seguridad. Orden, disciplina. Acuerdo con las cámaras patronales agropecuarias. Duhalde se pasa chupándole las medias al poder económico concentrado. Con su movimiento productivo está todo el tiempo prometiéndoles devolverles ventajas que les han quitado. Todo eso sirve en un panorama electoral, en un contexto de barrida mediática contra el Gobierno, pero no sirve para gobernar. Imaginá una tapa de Clarín que diga que la crisis cobró otras dos víctimas. Duhalde se tuvo que ir igual. Por eso 2011 es interesante, pero 2012 es más interesante.
–A ver si entiendo: Kirchner patenta la gobernabilidad de esta década con paritarias, no represión a la protesta social, incorporación de las organizaciones sociales al aparato estatal…
–Desmontar ese esquema implica volver a uno de ajuste y represión. Y en eso no hay diferencias entre Cobos, Duhalde y Macri. Sólo que Macri se estrellaría más rápido, porque es más tonto. Pero mirá, acá hay un pacto tácito que se extiende del 83 a 2003: “Yo te dejo gobernar, y no vas a tener más golpes de Estado, si no tocás mis intereses económicos. Tu rol como político es hacer políticamente viable la política de ajuste establecida en el consenso de Washington”. Ese pacto se rompió en 2001, lo que pasa es que Duhalde trató de recrearlo, pero era ya un parche insostenible. Llega Kirchner, un desconocido de una provincia periférica, y rompe el pacto. Kirchner establece un pacto con sus votantes, no con los poderes establecidos. Y eso es lo que Valenzuela denuncia como inseguridad jurídica: que hay directores estatales en las empresas que tenían obligaciones negociables en las AFJP, controlando la inversión de los jubilados en esas empresas, que no autorizan aumentos de tarifas. Eso se denuncia porque pretenden resarcirse de las pérdidas que tuvieron por la devaluación, tras la quiebra del Estado. Lo que no hay hoy es una pata militar. Y no hay, también, por las políticas de Kirchner, porque en 2001 de nuevo estaban ahí, fragoteando, no para dar un golpe pero sí para participar en las decisiones. Presionando a la Corte Suprema para que cerrara los juicios. Planteando, vía Jaunarena, la fusión de Defensa con Seguridad, lo que yo describo “la pirámide verde-azul”, la seguridad y la defensa como un continuo indeferenciado donde hay una base azul y una cúspide verde, el proyecto de Duhalde que frenó Juanjo Álvarez (dijo que él renunciaba si hacían eso). Llega Kirchner y respalda el avance de los juicios de lesa humanidad, que Duhalde estaba saboteando, y descabeza la cúpula militar que pretendía volver a viejas prácticas. Hoy falta la pata militar porque los militares han aprendido muchas cosas y porque hubo una conducción civil firme como no hubo desde 1983 o como no hubo nunca en la historia argentina.
Horacio Verbitsky produce pánico en todo político citado en su columna dominical de Página/12. Uno imagina al político en cuestión, en el living o quincho de su casa, suspirando si esa cita lo deja más o menos bien parado. Verbitsky es uno de los columnistas más lúcidos e ideológicamente claros de la prensa argentina. Su yeite de hacer públicos los nombres completos o las genealogías familiares de los políticos (“yo sé todo de vos”) también cuaja en un modo más profundo de ver la política: una trama sanguínea de corporaciones (Iglesia, familias, grandes propietarios) a la que el periodismo debe hacer pública. Verbitsky también es un dirigente de los derechos humanos hace años, y sobre esa historia de sangre derramada ancla sus valoraciones más visibles acerca de la política y los políticos. Hablamos con él de predicciones y balances de cara a un 2011 cada vez más teñido de esoterismo.
–¿Por qué Macri llega al poder?
–En primer lugar, porque hay un hartazgo manifiesto hacia los gobiernos pretendidamente progresistas como el de Ibarra y Telerman. Frente a eso, surge Macri como una oferta de populismo conservador, con un proyecto muy bien pensado, con mucha antelación. Macri decidió comenzar su carrera política en 2002. Viajó con De Narváez y Burzaco a Estados Unidos. Ahí se reunieron con Arturo Valenzuela y crearon una fundación que manejaba De Narváez. Previamente, Macri había programado su lanzamiento político a través de la presidencia de un club de fútbol, siguiendo el modelo Berlusconi. Macri es Maurizzio Macri, todas sus referencias políticas son de Italia, donde su abuelo fue un dirigente político importante.
–¿Un dirigente de dónde?
–El abuelo de Macri creó un partido que se llamaba Partido del Homo Qualunque, que quiere decir el “partido del hombre cualquiera”. Y es una expresión que hasta hoy se usa en la política italiana: el qualunquismo. Digamos: el razonamiento de Radio 10. Fue un partido importante en los primeros años de la posguerra, en el reagrupamiento de las fuerzas que habían sido fascistas antes, hasta que con apoyo de Estados Unidos surgió la Democracia Cristiana como alternativa. Pero en los primeros años de posguerra fue un partido que llegó a ser árbitro de la política italiana. Ése es el abuelo de Macri, padre de Franco. Entonces, su referencia es Berlusconi. Y su desempeño como presidente de un club muy popular es parte de su lanzamiento político, sumado al desencanto por las gestiones pseudoprogresistas. Y en un electorado que ha mostrado unas veleidades notables… Ésta es la ciudad donde gana Alfredo Palacios y Erman González. Bandeos de derecha a izquierda casi siempre, eludiendo a las grandes fuerzas nacionales; un “laboratorio de terceras fuerzas” que después, rara vez, han tenido viabilidad nacional.
–¿Macri tiene potencialidad como para liderar por derecha al peronismo?
–Me parece que es demasiado ignorante y torpe para eso. Es lo que él quisiera, obviamente. Digamos, la gran discusión ideológica dentro del macrismo, o táctica, que para ellos no tiene diferencia, ha sido cómo relacionarse con el peronismo. Jorge Macri planteaba que había que profundizar la alianza con Solá en la provincia y tener una política proactiva hacia el peronismo. En cambio, los consiglieris de Macri –Caputo y Torello– planteaban que había que esperar que el peronismo viniera a buscarlos. Un peronismo sin candidato, destruido, y del cual Macri, desde afuera, iba a ser su candidato. Eso revela un escaso conocimiento del peronismo y un sobredimensionamiento de la personalidad de Macri, que no es una gran figura para que alguien vaya a buscar.
–Hace poco Montenegro contaba que, en una audiencia en la Legislatura, Marcelo Saín miró hacia donde estaba Ibarra y le dijo: “¡Ustedes tendrían que haber hecho esta policía!”. ¿Una verdadera política progresista, a la luz del crimen de Carballo, asesinado por la Federal en un recital de Viejas Locas, no era crear una policía?
–Sí, por supuesto. Lo que pasa es que Macri es incapaz de hacerlo. Su idea de la Policía Metropolitana fue pedirle un candidato a la DEA, el Fino Palacios. Eso lo dijo Macri. Cuando él explica por qué lo designa, dice que le pide un candidato a la DEA, a la embajada de Estados Unidos y de Israel. Esto califica perfectamente quién es Macri: un hombre absolutamente teledirigido, dispuesto a cero gesto de autonomía. Digo: que Palacios haya caído en la trama de las escuchas es un dato menor y accesorio, el dato central es que Macri, cuando creó la Policía Metropolitana, fue a pedirle un jefe a la DEA y a la embajada de Israel. Y, por otro lado, están tratando de crear un cuerpo de elite, cuando ellos lo que tienen son faltas municipales y delitos menores. Es decir, una cosa es la idea de encarar el tema de la seguridad, crear una policía, lo que presuntamente le habría dicho Saín al “ladriprogresismo”, como le dice Artemio López. Ahora, armar este monstruo que empezó Macri es una prueba de absoluta incapacidad.
–¿Qué piensa de la estrella de Pino Solanas y la cantidad de votos que consiguió? ¿Y cuál sería la proyección de un progresismo en la Ciudad?
–Ahí hay una contradicción. A mí me resulta difícil imaginar un gobierno progresista en la Ciudad desvinculado a un proyecto nacional. Y al mismo tiempo es evidente que el proyecto de Kirchner tiene un alto grado de rechazo en la Ciudad: es una ecuación de resolución imposible. Vamos a ver cómo se va a mover Proyecto Sur. Si Solanas cree que el 27 por ciento que sacó es suyo, va a ser como Carrió, que creyó que el 22 por ciento de las presidenciales de 2007 eran para ella y terminó saliendo tercera en la Ciudad. Si entiende que fue la oferta más atractiva cuando había un fuerte rechazo al Gobierno nacional en la Ciudad y que se le sumaron votos de distintos sectores, incluyendo la derecha que quería cascotear al Gobierno nacional, y hace una política que no gire en torno de su personalidad, y amplía alianzas y consolida una fuerza, tiene posibilidades.
–En lo nacional, ¿qué pasó el 28 de junio? ¿El kirchnerismo dejó de interpretar a la sociedad?
–No, no creo que haya dejado de interpretar a la sociedad, creo que afectó demasiados intereses poderosos sin tener una base de sustentación proporcionalmente fuerte. Desafió a demasiados poderes sin una construcción política sólida, porque si tenés a Scioli como gobernador de Buenos Aires, tu construcción política es endeble; si estás recostado en el Partido Justicialista como lugar excluyente de acumulación política, estás en dificultades para hacer el tipo de política que Cristina hizo. Creo que han ido más a fondo que cualquier otro gobierno en medio siglo, han afectado intereses muy poderosos.
–¿Y no es entendible que la sociedad, justamente, no quiera eso, que es más conservadora y está a la derecha del gobierno?
–Mirá, la sociedad no existe, lo que existen son fuerzas políticas, sectores sociales, la sociedad es una abstracción, eso de que “la sociedad quiere, la sociedad no quiere”… Por ejemplo, en el caso de la Ley de Medios, hubo una estructuración política y una articulación social que respaldaron y permitieron su sanción, que en otro tipo de medidas no hubo. El kirchnerismo implicó un corte neto con una cantidad de decisiones políticas y económicas, pero no en cuanto al funcionamiento de la organización que lo respalda. El hecho de que Miguel Pichetto sea el presidente del bloque del Senado, uno lo recuerda de los tiempos de Menem, de Manzano… No lo digo por cuestionarlo, me parece que Pichetto ha sido un buen presidente de bloque, pero es una demostración de la escasez de construcción política distinta.
–Mi percepción es: una medida de un consenso indiscutido como es la asignación universal es casi resuelta en 10 minutos, con un decreto y un discurso no muy entusiasmado.
–El déficit de la construcción política consiste en eso. Una medida como esa por la cual hay sectores de la sociedad que están luchando hace 15 años, que tiene un impacto económico y social fuertísimo, anunciada de esa manera es un buen ejemplo de lo que estoy diciendo: de un déficit de construcción política y de la audacia de decisiones.
–Pero otras medidas confrontativas que no arrastran tanto consenso como las retenciones, se ponen en discusión, y una medida como la universalización, que serían “los fines distributivos”, no se discute del mismo modo.
–Eso tiene que ver con que las retenciones son una medida que implica una imposición directa sobre un sector poderoso. La asignación en cambio se paga con fondos recaudados de distintos orígenes, de distintos impuestos. No implica una confrontación con un sector que se agarra el bolsillo y dice “esto es mío”. Lo que pasó con la 125 no fue porque el Gobierno lo programó así, sino por la virulencia de la respuesta de la Sociedad Rural y sus aliados. El Gobierno lo hizo en términos parecidos a lo de la asignación. Ni siquiera un decreto, fue una resolución ministerial. Lo que pasa es que hubo una reacción fenomenal frente a la cual se movió con cierta dificultad, y puso en evidencia también ahí la endeblez de la construcción política. Porque le votó en contra Solá, Reutemann, Urquía, Cobos. Cuatro alianzas fuertes del kirchnerismo. O en Córdoba, por ejemplo, que en la elección de gobernador de 2007 el gobierno jugó a dos puntas: apoyó a Schiaretti a través de Jaime y De Vido, y a Luis Juez a través de Alberto Fernández. Cuando creés que todo suma, todo resta. Y hoy día tiene adversarios muy fuertes, tanto en Schiaretti como en Juez.
–Fogwill decía, en una entrevista reciente, “Macri ya fue”. ¿Usted qué 2011 imagina?
–Y sí, Macri ya fue porque es demasiado ignorante. La designación de Abel Parentini Posse como ministro de Educación es fruto de la ignorancia (NdR.: presentó su renuncia al cierre de esta edición). No tenía idea de la reacción que iba a provocar esa designación. Macri lo conocía de las columnas de La Nación, esa prosa rebuscada, pretenciosa, antigua, de Posse, que les encanta a algunas señoras y coroneles que conozco. Seguramente Macri leía esas columnas y le pareció buena idea. Además Posse está en todos estos movimientos de la derecha internacional, de Vargas Llosa, Aznar. Ahí seguramente hubo un contacto que los acercó. Y como nadie razonable quería aceptar, bueno, se les ocurrió esto. Hay un dato: en las elecciones del 28 de junio, Macri perdió el mismo porcentaje de votos que Kirchner. Los dos cayeron de 45 a 30 por ciento. La diferencia es que no hubo alguien que sacara más que Macri, Pino se quedó en el veintipico. Por eso queda en la memoria que Kirchner perdió. Pero Macri no tiene posibilidades presidenciales. Cobos tiene alguna. Pero, primero, no le va a ser simple llegar al gobierno. Y segundo, si llega no puede gobernar. Como no pueden Duhalde ni Reutemann.
–¿Y por qué no pueden?
–Porque un gobierno debería construir su base a partir de algo recibido de la gestión anterior. Estos vienen con una pretensión de tierra arrasada. Plantean propuestas que sólo cierran con represión en este contexto. Políticas de ajuste. Énfasis en la seguridad. Orden, disciplina. Acuerdo con las cámaras patronales agropecuarias. Duhalde se pasa chupándole las medias al poder económico concentrado. Con su movimiento productivo está todo el tiempo prometiéndoles devolverles ventajas que les han quitado. Todo eso sirve en un panorama electoral, en un contexto de barrida mediática contra el Gobierno, pero no sirve para gobernar. Imaginá una tapa de Clarín que diga que la crisis cobró otras dos víctimas. Duhalde se tuvo que ir igual. Por eso 2011 es interesante, pero 2012 es más interesante.
–A ver si entiendo: Kirchner patenta la gobernabilidad de esta década con paritarias, no represión a la protesta social, incorporación de las organizaciones sociales al aparato estatal…
–Desmontar ese esquema implica volver a uno de ajuste y represión. Y en eso no hay diferencias entre Cobos, Duhalde y Macri. Sólo que Macri se estrellaría más rápido, porque es más tonto. Pero mirá, acá hay un pacto tácito que se extiende del 83 a 2003: “Yo te dejo gobernar, y no vas a tener más golpes de Estado, si no tocás mis intereses económicos. Tu rol como político es hacer políticamente viable la política de ajuste establecida en el consenso de Washington”. Ese pacto se rompió en 2001, lo que pasa es que Duhalde trató de recrearlo, pero era ya un parche insostenible. Llega Kirchner, un desconocido de una provincia periférica, y rompe el pacto. Kirchner establece un pacto con sus votantes, no con los poderes establecidos. Y eso es lo que Valenzuela denuncia como inseguridad jurídica: que hay directores estatales en las empresas que tenían obligaciones negociables en las AFJP, controlando la inversión de los jubilados en esas empresas, que no autorizan aumentos de tarifas. Eso se denuncia porque pretenden resarcirse de las pérdidas que tuvieron por la devaluación, tras la quiebra del Estado. Lo que no hay hoy es una pata militar. Y no hay, también, por las políticas de Kirchner, porque en 2001 de nuevo estaban ahí, fragoteando, no para dar un golpe pero sí para participar en las decisiones. Presionando a la Corte Suprema para que cerrara los juicios. Planteando, vía Jaunarena, la fusión de Defensa con Seguridad, lo que yo describo “la pirámide verde-azul”, la seguridad y la defensa como un continuo indeferenciado donde hay una base azul y una cúspide verde, el proyecto de Duhalde que frenó Juanjo Álvarez (dijo que él renunciaba si hacían eso). Llega Kirchner y respalda el avance de los juicios de lesa humanidad, que Duhalde estaba saboteando, y descabeza la cúpula militar que pretendía volver a viejas prácticas. Hoy falta la pata militar porque los militares han aprendido muchas cosas y porque hubo una conducción civil firme como no hubo desde 1983 o como no hubo nunca en la historia argentina.