Los descabezadores


Por Horacio Gonzalez


Una vasta galería de personajes ofrece la escena, hombres y mujeres que creen que ya ha llegado la hora. Hacen sonar campanadas. Desenvueltos, ya no se guardan nada. Dicen lo que piensan. ¿Debemos agradecerles? El caso de Abel Posse puede haberle sorprendido a Macri. Habla sin reservas ni embozos. Se trata del tipo de personas de las que solemos decir: “Habla con sus convicciones profundas”. La sorpresa consiste en que Macri asumió la vida política sin saber qué cosa es hablar de política y cómo hablar de política.

Experto en tuneladoras, cachadas deportivas y frases sueltas sin subordinadas, creyó que el mundo histórico se reducía a saltar charcos o hacer pogo en una noche de prosperidad electoral. Daba vergüenza escucharlo decir que tal cosa es “Pro” y tal otra cosa “no es Pro”.
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Posse dijo la verdad que Macri apenas conocía a medias de sí mismo y que el electorado que lo votó, el público fluctuante de la gran metrópolis porteña, conocía también parcialmente. Creía que hacer otra policía no entrañaba problemas políticos que vienen desde las grandes tradiciones urbanas más antiguas.
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Posse había probado hace tiempo con Lavagna. Ahora lo hace con Macri. Fue diplomático antes y durante la dictadura. Pero antes de obtener de esos hechos elementos fáciles para una condena, hay que percibir sus dichos recientes, como el de creer que en esos tristes años había sido él también desfavorecido porque le demoraron varios meses el nombramiento como tercer cónsul. Caramba, estas administraciones públicas ineficientes que sospechan aun de lo que es seguro.
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Los descabezadores se han llamado a degüello. Algunos de sus compadres de tribuna dicen “no, no comparto”. Sí, seamos institucionales, veamos los plazos, las piruetas necesarias, los tramiteos que hagan falta, buenas zancadillas tramadas en el mejor despacho del Senado. Pero allí están ellos, impacientes, los émulos del fast track, necesitando palabras más meditadas aunque haciendo relucir las afiladas cuchillas en sus manos. ¿Cuántos de ellos hubieran escrito el artículo donde Posse pide represión buceando en la etimología misma de la palabra reprimir? No se lo pidamos a Biolcati o a De Angeli, aunque reconozcamos sinceramente que en este preciso punto erudito han fallado el doctor Grondona y la doctora Carrió, gramáticos expertos en el descabezamiento lento. Los descabezadores rápidos, sin embargo, precisaban alguna voz previa para tocar el carrillón abrupto del fin de época. Es cierto que hay sacerdotes, rabinos y pastores al servicios de esa gesta, orates de la decapitación rápida. Pero se precisaba al fin a un hombre de letras, con algunos premios latinoamericanos a cuestas, traducido a insólitos idiomas –un triunfador–, para que entonara la doctrina secreta del corte de cabezas anunciada en los mataderos del Rosedal.

Posse es un alerta para quienes votaron a Macri pensando en otra cosa. Cumple una tarea develadora, nos dice claramente lo que la vaga abstinencia de los dirigentes de gobierno porteño evitaba decir. Lo sabíamos por la conducta de su protopolicía, por los implícitos contundentes que vagaban, con apariencia indecisa, en el parloteo balbuceante del macrismo, con su apéndice dialoguista salido de incontaminadas sacristías. Pero ahora tiene status novelístico, este libreto lo maneja un hombre con ganas de hablar (...)