Sindicatos y organizaciones sociales salieron al ruedo

Tres actos

Los desafíos de la recomposición


Por Gabriel Fernández (Director de “La Señal Medios”)

La decisión de las fuerzas sociales con distintos niveles de vínculo con el oficialismo de salir a concretar actos públicos en la semana reciente, es una interesante respuesta al impacto político cultural padecido durante las elecciones del 28 de junio de este 2009.

Tras el abrumador bombardeo mediático, la jornada en la Confederación General del Trabajo efectuada el jueves 23 y los dos cabildos abiertos realizados el domingo 26 por la Central de Movimientos Populares y el Movimiento Evita, situaron el debate social en otros términos.
Por un lado, sinceraron la verdad (tautología abrumadora, claro) al exponer nítidamente la carnadura del voto popular peronista y pro kirchnerista; acá estamos dijeron los hombres y las mujeres de las vertientes que catalizan el sentido de la persistente base social.
En modo alguno puede suponerse que esos tres espacios son los propietarios del sufragio, pero sí emblematizan la distancia abierta entre pueblo y funcionariado, entre militantes con contacto directo y operadores volátiles, al tiempo que subliman una identidad al enfatizarla.
Esa identidad, así como la imagen de los referentes de esas zonas político sociales, configuran el objeto de rechazo más intenso de la oposición liberal conservadora. Pero también el lugar que, pese a ser asentamiento real del potencial gubernativo, resultó oculto o menoscabado a la hora de elaborar listas y canalizar beneficios.
Tan es así que aunque los tres actos evidenciaron el apoyo sectorial a Cristina y Néstor, se vieron atravesados sutilmente por demandas que incluyen pobreza, desempleo, jubilaciones, y derivaron en exigencias para la profundización de los mejores aspectos del proceso en curso y para el establecimiento de un esquema productivo genuino.

En todos se remarcó el acierto del camino latinoamericano. En todos se planteó el esfuerzo de una militancia de base que no se sintió acompañada por los liderazgos electorales. En todos se cuestionó ácidamente el proceder de las grandes empresas que regentean la comunicación social en la Argentina.
A muchos de los referentes que llevaron adelante esas tres actividades les falta, en este último punto, una "vuelta de rosca" para entender o querer entender un ítem que involucra, a través de la propaganda política directa o indirecta, a todos los demás. Por eso al comienzo hablamos del impacto político cultural de los comicios.
Pues no pudieron escucharse las observaciones que corresponden a semejante desafío: el gobierno nacional alimentó y sigue alimentando a los grandes medios que condenan su labor, y hostigan con firmeza el accionar de sus más leales seguidores y militantes. Y lo que es peor: el mismo gobierno aplastó y aplastas presupuestariamente a los medios populares que anhelan difundir otras razones.
Asimismo, pudo percibirse cierta recurrencia en la caracterización de "traidores", genérica, peligrosamente volátil, para con los que dieron la espalda, en los meses recientes, al gobierno nacional. Y si bien carece de sentido que defendamos intendentes y burócratas corrompidos, el debate sobre el Partido Justicialista y los modos de construcción sólo emergió con sordina.
Así, en lugar de analizar la arquitectura que facilita la defección, se direcciona la condena sobre los valores morales, indudablemente objetables, de algunos protagonistas. Empero, es preciso recordar que las corrientes políticas aquí y en el resto del mundo, aunque tengan un ideario básico, son moldeadas por la tríada estructuras, militancia y correlación de fuerzas.
Es ostensible que en todo el camino se dejaron puntas sueltas de las cuales se tomaron los pícaros, siempre presentes en las mareas masivas. Y la contracara del pícaro suele ser el tonto: vale precisar que militantes sociales, sindicales y comunicacionales afines al kirchnerismo resultaron maltratados y postergados sin que nadie esbozara una disculpa o un cambio de rumbo concreto.
Todos estos aspectos apenas si lograron cierta dimensión en el acto efectuado en Plaza Once, y en el discurso de Julio Piumato en el Club Ferro Carril Oeste. El resto de los cabildantes prefirió hacerse el oso ante la perspectiva de ahondar en los motivos profundos de las dificultades presentes y de las borrosas perspectivas político populares.
Claro está: porqué habría de aguardarse demasiada intensidad en la crítica si desde los dos máximos referentes nacionales del sendero argentino no surgió una sola consideración al respecto. El llamado a internas abiertas es una ratificación del pejotismo y la pugna presupuestaria sigue beneficiando a compañías mediáticas destituyentes.
Con lo cual se complican algunos desarrollos: por un lado, el sostenimiento mismo de esa base social que necesita beneficios inmediatos para la subsistencia; por otro, el gesto que implique batallar por las franjas medias perdidas, cuyo concurso define la inclinación de toda segunda vuelta comicial y también el ambiente cívico, que si no se morigera puede resultar fatigante.

En suma, la presencia pública de los humildes suele resultar progresiva; estos actos no han sido la excepción. Cabe congratularse por la reacción de estos tres espacios y por los reclamos que manan de allí. Pero los asuntos estratégicos cuyo tratamiento implica la búsqueda de soluciones prácticas, siguen ocultos, velados, cuasi ignorados.
Qué se hará realmente con la comunicación, los recursos naturales, la producción y los ingresos, es una incógnita en toda la línea. Estará usted de acuerdo, lector, que para incógnita es demasiado grande. Hace a la esencia misma del camino pues involucra el sentido del mismo. Y mientras no se analicen y discutan esos puntos a fondo, los intentos de recomposición y avance serán contenidos, trémulos.
Como el progreso en una ruta de un buen vehículo atorado por el freno de mano.
Después de unos cuantos kilómetros recorridos, algo se quema.
En materia de política popular una de las peores cosas que pueden suceder es que se queme la esperanza. De tanta fricción innecesaria.