Para algunos es la hora de la unidad y la construcción popular de las fuerzas de izquierda y centro izquierda. Para otros es la hora de la unidad de lo nacional y lo popular.
Por Antonio Burela
Como dato relevante a la hora de analizar el horizonte de la política, y no restringirla al esquema bipolar de izquierda – derecha que viene planteando el gobierno, como una formula más ideológica, a diferencia de la constitución bipartidaria pasadas en crisis.
Experimento que tuvo su expresión en las elecciones de la ciudad. Que como vimos, votó de manera plural sin identificación ideológica, y más bien de manera pragmática.
Como parece. esta palabra de la unidad. lo tomo en el sentido que tiene, como valor abarcador de mucho de lo pendiente, por lo menos en la historia de estos 30 años.
Siempre fue, es y será una bandera la unidad, pero la verdad es que la cultura neoliberal que impregnó estos años la mente de muchos hombres y mujeres que provienen de toda la política, ha impedido que esto suceda, no porque no hubiera unidad en el seno del campo popular (y en estos nos podríamos detener en las luchas obreras, populares, estudiantiles, piqueteros), que fueron muy importantes a la hora de la resistencia al neoliberalismo. Y que aporto en muchos casos de manera importante, a este proceso liderado por el presidente K.
También podríamos hablar de la experiencia del Frente Grande, el Frepaso, que estuvo básicamente planteada alrededor de la recuperación de los valores, de la moral, en contra de la corrupción, como si hubiera un capitalismo bueno y otro malo, en el diseño de los centros de poder para los llamados países del torcer mundo.
Como dice alguien por ahí, el capitalismo por principios esta imposibilitado de resolver los problemas colectivos que tiene planteado la humanidad.
Yo creo que lo que demostró este proceso del llamado progresismo, centroizquierda, que surgió con mucha fuerza en la era de Alfonsín, con la Coordinadora incluida, (y que después tuvo su máximo esplendor en el Frente Grande y el Frepaso), quedó claro que este espacio político, plural, volátil, pragmático, preideológico, no está en condiciones de conducir ningún proceso transformador como nuestro pueblo necesita, en esta nueva oleada de cambios, que se desarrolla y vive como un proceso el continente latinoamericano. Lo que no quiere decir que no sea un aliado central.
Si uno analiza los sustentos de los procesos en Bolivia, en Ecuador, en Brasil, en Uruguay, en Venezuela, va a encontrar una característica común mas allá de sus diferencias, que es la amplia unidad del movimiento de masas nacional y popular.
En la Argentina en cambio, no es como un proceso que tiene raíces, da la sensación que es más bien un globo atado a un piolín, que es tan débil que puede cortarse y lo peor aún, puede explotar en el aire.
En nuestro país, la política, no circula esencialmente en el pueblo, movimientos sociales, militantes y cuadros, orgánicamente. La política se ve mas en la superestructura en términos de oposición u oficialismo. Esta es también una batalla que ganó el neoliberalismo, que es alejar la política de la sociedad, y a la vez preparar las condiciones para la sucesión, para que nada cambie. La política convive como un instrumento de relación entre el líder y la masa, no como un hecho colectivo, como un instrumento de transformación, si no como la política shopping.
Podríamos reflexionar sobre un primer capítulo de éste proceso, que sería poder mirar hasta donde llegamos teniendo en cuenta el punto de partida de crisis económica, social e institucional, que desembocó en la ingobernabilidad del estado neoliberal, en cuyo contexto se planteó para el poder y el campo nacional y popular, un tema central de cómo reparar la gobernabilidad.
Para nosotros: como construir poder popular. Para ellos: como producir una reparación que les permita mantener el poder. En este esquema el artífice central fue Duhalde, valorado por la derecha por su capacidad reparadora, como conductor en la tormenta.
Después vino K, que se fue desviando del camino trazado. De manera que este nuevo tiempo de la gobernabilidad, nació como un proceso de unidad con los sectores que querían que todo siga igual, lleno de contradicciones, y no como producto de la acción organizadas de las masas, y sus líderes. No se estaba generando un proceso revolucionario sino un hecho de reparación de una política y un estado puesto al servicio de una política.
En ese contexto hay que reconocer el liderazgo de Kirchner, que modificó los parámetros más agresivos, más impopulares y antinacionales de una política aplicada hasta ese momento: el brutal neoliberalismo.
La crisis tomó de lleno también a las construcciones de izquierda nacionales y populares como las llamamos, que fueron protagonistas principales del fracaso de la Alianza, lo que generó un retiro voluntario del debate central, que pasaba por constituirse desde los ideales e historias, como espacio autónomo que estuviera en condiciones de dar batalla a la vieja política.
Nos abría camino el cambio del discurso kirchnerista y algunos hechos valorables que puso el debate en otro centro, que cambió el escenario de la discusión política y expresó como nadie el imaginario de diciembre del 2001. Hechos que aun no han perdido su función, mas allá de los barquinazos y el cerco que se puede montar alrededor de este proceso de cambio.
Un replanteo de la política del campo popular debe necesariamente venir de la mano de un gesto de valoración, no de sí mismo sino del proceso nacional y latinoamericano que están construyendo los pueblos. Por aquí me parece que se resuelve la contradicción principal.
Parecería ser que lo que está en crisis es la política de coalición planteada por el kirchnerismo, una política que no se corresponde con los reclamos de renovación planteados por la sociedad, aunque hay que mirar todo el país y no solo la provincia y la capital.
Parecería que el gobierno se aparta de de ese reclamos central de masas del 19 y 20, y que supiera expresar como nadie, como dijimos antes.
¿Se empantanó el carro?. Las apuestas a la gobernabilidad desde las viejas corporación política-sindical-empresarias etc., está produciendo un distanciamiento, objetivo de la sociedad.
Aunque se mantienen otras alianzas con las organizaciones de derechos humanos, sectores del socialismo, el cooperativismo, los movimientos sociales y una dura puja con los sectores mas conservadores de la iglesia, la derecha tradicional y grupos económicos que pujan por apropiarse de una tajada mayor de la renta.
Abrir un debate ahora, desde este lugar de avance de nuestro país, es la clave, por que de lo que se trata es de continuar la ofensiva contra los sectores de la derecha.
Es un momento para intervenir, no de repliegue táctico, sino de ofensiva. Lo que está surgiendo en los centros urbanos, en el proceso electoral, en la lucha de los trabajadores, son datos que debe alentar a intervenir en la política.
Tengo en claro, que en la situación en que estamos, es como emprender un camino a través de la niebla que nos rodea. La razón de esta impotencia que subyace, no reside solo en la profundidad de la crisis de este espacio, y su complejidad, si no también en el fracaso de todos los programas nuevos o viejos para emprender un camino común de unidad, que no es en beneficio de un grupo sino de todo el pueblo.
La situación reclama dar un paso adelante en la construcción de una nueva subjetividad política.
O como dice en una parte el tango “Naranjo en flor”: toda mi vida es el ayer, que me detiene en el pasado.
Lo que parecería ser la metáfora favorita de este espacio, a la hora de desafiar el presente e interpelar el futuro.
Por favor ya tenemos algunas desesperanzas, no sumemos otra, la gente ve a los políticos como parte de matufias, caótico, individual, donde no existe lo común, lo colectivo. Que no se juntan por convicciones sino por intereses, se dice.
Nosotros podemos ofrecer otra cosa. De hecho, en muchos rubros el gobierno lo está haciendo, lo que hay que sostener y profundizar.