Sorpresas te da la vida
Por Gabriel Fernandez
Director de La Señal Medios
La desbordante pasión tripera mostró ante las pantallas una posibilidad: la humildad, a veces, recibe su premio. Y la identidad, también.
No es fácil hallar ejemplos intensos y visibles en este sentido. Habitualmente, usted sabe, ganan los otros. Los clásicos futbolísticos evidencian cortes: en ciertos casos, como el platense, dan cuenta de mundos distantes aunque curiosamente entrelazados.
Entre Magnetto (o Verón) y los muchachos del Mondongo hay años luz. Los primeros mentan con fruición copas, victorias y zarandeos. Los otros dicen "bueno, igual seguimos acá, siendo". Lo raro es la admisión orgullosa del planeta propio, aunque no tenga un target recomendable.
En este verano caliente (¿más que otros, o uno se olvida de calores previos?) también acaecieron otros asuntos: aun no terminaban los brindis y la imagen de Martín Pérez Redrado recorría el país.
El litigio que emergió en derredor de la orientación del Banco Central de la República Argentina, permite discutir asuntos en verdad interesantes, no tan despegados de los curiosos párrafos iniciales de este artículo. Fíjese.
Por un lado, cabe evocar la visionaria advertencia de Raúl Scalabrini Ortiz y varios hombres del forjismo acerca de una entidad nacida para obturar el despliegue de las finanzas locales y apuntalar el control de las casas crediticias imperiales.
Por otro, es importante reafirmar el derecho gubernamental a no utilizar zonas del presupuesto para pagar la deuda externa, pues implicaría soltar los perros del ajuste sobre la comunidad.
Pero fundamentalmente, nos acorrala en una disyuntiva muy propia de la vida política hu mana y, ni qué hablar, argentina: ¿Hay que intentar hacer lo correcto o concretar lo posible?
Porque más allá de cierta aquiescencia popular para el chas chás de Cristina a un hombre que se ufana de defender los intereses concentrados, las espadas manadas de izquierda y centroizquierda han tenido una dirección clara.
El planteo es: no debemos pagar una deuda ilegítima. Ni con recursos presupuestarios, ni con parte de las reservas. No fue contraída por un gobierno constitucional, y no debe ser abonada por los fondos del pueblo argentino.
La idea tiene su fuerza. Además del amparo histórico que le otorga la investigación de Alejandro Olmos, contiene una lógica férrea asentada en una valoración crítica de la dictadura militar y su administración económica. Fernando Pino Solanas la ha gritado con sonoridad.
En las páginas de La Señal Nacionales, hemos complementado esa estentoreidad fundada, con el parecer de un grande de nuestra historiografía; uno de esos hombres que se sale de marco e ingresa en la política activa, inducido por sus convicciones.
Norberto Galasso explica que la investigación debe ser, nuevamente, a fondo, porque si bien él mismo denunció el origen ilegítimo de la deuda, no puede evitar señalar que muchos gobiernos constitucionales, votados por la población, extendieron el vínculo con los organismos financieros y sus adláteres.
Aunque pone especial énfasis en indicar que no se trata de tener razón sino de tener la fuerza pertinente para impulsar esa razón.
Lo mejor, enemigo de lo bueno
Este es otro añejo debate en la vida política nacional. Durante mucho tiempo el peronismo fue objetado por avanzar "hasta ahí" sin expropiar el conjunto de los medios de producción y sin romper lanzas a pleno con poderosos de variada laya.
Y si por un lado la inteligencia del Topo puede argüir que es preciso reunir las fuerzas necesarias para ir a fondo, por otro, a la luz del panorama histórico, puede verse hoy que en realidad el tramo 46 - 55 fue muy, pero muy profundo. Más que otros senderos muy propagandizados pero escasamente transformadores.
Es claro que hay que mirar con cuidado, entonces, porque lo que surge en distintos momentos de la historia es la dificultad del analista a la hora de evaluar el tiempo en el cual se halla inmerso. A decir verdad, el mismo esquema mental que negó al peronismo original en su momento es el que condena agudamente la gestión kirchnerista presente.
Porque si bien el gobierno actual parece manejar más intensamente el concepto de subsidio que el de inversión productiva, como lo hiciera la mítica gestión de Perón y Miranda, las objeciones que recibe desde un flanco "progresivo" en verdad causan impacto por su consonancia con aquella descripción tradicional del sectarismo vernáculo.
Aunque cuesta mirar en medio del movimiento, con la polvareda alrededor, al menos podría admitirse que todos modos los quiebres en el camino escogido por el voto de los ciudadanos, nos han llevado a retrocesos escandalosos y a pe ríodos negros hondos y largos.
¡Como no entender el trasfondo de las afirmaciones de Norberto, si él sabe con lujo de detalles lo que puede generar un intento de desgarrar lo poco para imponer el todo, quedándose con lo peor!
Ahora bien: la causa de la deuda externa que otrora movilizó multitudes en nuestras calles, hoy aparece subsumida a un debate mediático y atravesada por cierto desintéres. ¿Se debe a la baja en el amperímetro militante?. Puede ser, pero advertimos que la interpretación tipo "descarga" para explicar la realidad, no nos parece muy respetable.
Más bien nos inclinamos a pensar que una parte del pueblo argentino observa con buenos ojos la acción concreta oficial de no tomar más deuda. Asimismo, valora el intento de desendeudar pagando (no muy distinto fue el accionar peronis ta original).
Y también, la justa y rentable decisión de readquirir los servicios jubilatorios para la Nación.
Si estas tareas se complementaran en un futuro mediato con una nueva Ley de Entidades Financieras, en verdad resultaría muy difícil objetar el rumbo kirchneriano en materia de manejo del dinero argentino.
Pero no lo vamos a abandonar en su ardua pelea, lector: usted sabe que en el boliche y en el micro el asunto es más ramplón. Lejos de todos estos conceptos, el decir que ha llegado desde muchos medios hasta el vecino común es "los Kirchner hacen este lío para robarse toda la plata".
Mientras el movimiento económico nacional se despliega y se aúna al del Sur de América latina, generando una instancia que envuelve todos los debates y proyecta un futuro más sólido para las nuevas generaciones, una parte muy grande de la sociedad estima que el asunto es una mascarada para afanar.
Así, la Revolución Cubana habría sido una excusa para que Fidel y el Che obtuvieran poder discrecional sobre mulatas movedizas; la Revolución Bolivariana un yeite de Chávez para quedarse con el petróleo de su país; la Revolución Boliviana una estafa de los indigenistas para convertirse en estancieros despojando a los dueños de las tierras.
Y así siguiendo. Como en la historia del temible burdel, cueva de pistoleros y pandillas, que en realidad sirve para encubrir... una lechería que funciona en el fondo.
¿Cómo enfrentar estas polémicas de baja estofa? La respuesta no es unívoca, pero seguro que venimos transitando, por estos espacios periodísticos, un camino posible. Y la realidad, a pesar de las "interpretaciones" hace lo suyo.
Sin embargo, nada releva el diálogo directo. El contacto mano a mano que muchas personas inteligentes realizan con mucho esfuerzo ante quienes, antes que comprender optan por odiar y prejuzgar.
Pero lo cierto es que este país se viene desempeñando bastante bien dadas las circunstancias internacionales, y que segmentos de la comunidad que según los parámetros del medio pelo no están capacitados para administrar, están llevando el rumbo con más precisión y serenidad que otros, muy distinguidos, que han gestado catástrofes de gran dimensión.
La vida es asombrosa. Todo el andamiaje promocional de un grupo económico contribuyó a que Estudiantes arribara al segundo puesto en una final jugada en Abu Dhabi. Lo catapultó, asentado en virtudes deportivas. Pero luego de tanto brillo, en el humilde Bosque de La Plata, cae derrotado ante Gimnasia, último en la tabla de posiciones, vecino de por ahí nomás.
La vida es linda. Casi (casi) tanto como el fútbol.