Apuntes peronianos sobre las perspectivas argentinas
Por Gabriel Fernández
Estamos ante el cierre de un año intenso. Tuvo su tramo electoral, su crisis financiera, su debate sobre la Ley de Medios, sus campañas de acción psicológica, sus marchas, sus polémicas.
A lo largo del período, cinco espacios políticos fueron obteniendo, con altas y bajas, con realineamientos lógicos y algunos inesperados, un lugar preponderante: el peronismo liderado por Néstor y Cristina, el radicalismo con Alfonsín, Cobos, Stolbizer, el PRO con Macri, De Narvaez y la aquiescencia de Duhalde, el Proyecto Sur con Solanas y Sabatella, y el socialismo con Binner.
Entre ellos está la pelea por la pole position en la campaña que empezará con fuerza luego del Mundial de Fútbol en Sudáfrica.
Pero antes habrá que sortear el accionar de los herederos de los golpes del 55 y del 76 -co n delegados entremezclados en aquellas filas- que no trepidan en hostigar el camino democrático escogido por el pueblo argentino, incluyendo acuerdos y desavenencias.
Como hemos indicado en La Señal, los objetivos básicos de los destituyentes son la anulación del crecimiento argentino, el cierre de la política de unidad latinoamericana, y la apertura de un nuevo ciclo de empobrecimiento masivo para concentrar recursos. Obviamente, todo ello acompañado por una acción represiva honda, destinada a contener la organización y las protestas sociales.
Este andar conservador tiene sus particularidades: como su derecha política cruda está golpeada a raíz de la debacle del macrismo, y como el kirchnerismo reorientó la influencia de las Fuerzas Armadas en la vida nacional, opera a través de los grandes medios y sus campañas, sin fundamento, pero de vasto alcance.
(Tiene el amparo, a nuestro entender de rasgos estratégicos, de l Estado norteamericano y sus variados componentes; hace tiempo que la industria argentina y la unidad sureña son pesadillas a aniquilar por parte del Norte. En desarrollo o en crisis; con Bush o con Obama.)
Estas maniobras psicológicas destinadas a promover el Zonzo entre las masas, tiene actores de interés, prestos a utilizar cámaras, diarios y micrófonos en más de un sentido: la Mesa de Enlace, los grupos que reclaman mano dura, un puñado de famosos pestilentes.
Por lo tanto, en el accionar del gobierno, del radicalismo y la centroizquierda radica la perspectiva de continuidad democrática. Por supuesto, en el nivel de conciencia que el pueblo pueda mostrar, se juega la carta decisiva; pero las estructuras políticas citadas tienen su ineludible responsabilidad.
El gobierno tiene sus claroscuros, pero es clara la orientación popular y democrática de sus determinaciones más trascendentes. Las dudas al respecto emergen en el aplastami ento de los medios de comunicación populares y alternativos, en las deficiencias para la construcción política de base, y en la timidez de las (sin embargo acertadas) políticas sociales para la recuperación del ingreso.
En el neo radicalismo, la señal de integrar a Cobos es ciertamente negativa para las aspiraciones democráticas. Podríamos decir, a pesar del apellido de uno de sus referentes, que se trata de una movida "antialfonsinista". Y si eso es materia de debate, precisemos: absolutamente anti yrigoyenista.
Nos preguntamos, nuevamente, si los radicales en general están de acuerdo con los programas de ajuste, con la desindustrialización y las reprivatizaciones propuestas por el núcleo económico duro de los destituyentes. Pero ya nos lo hemos preguntado, y asombrado con las respuestas concretas, durante los gobiernos de Raúl Alfonsín y de Fernando de la Rúa.
Aunque más dramática resulta la opción de la centroizquierda: mientras Solanas parece encarnar un nuevo codovillismo, entendido como ala izquierda de la Unión Democrática, Sabatella se muestra permeable a la construcción con las franjas populares de identidad histórica peronista.
Un escalón más abajo, aparecen Raimundi por un lado y Tumini por otro sosteniendo posturas divergentes. Es decir, la cuestión no es menor porque la filosofía adoptada por estas franjas posee, históricamente, una interesante incidencia cultural habitualmente desdeñada en el análisis político.
La definición de este espacio tiene vigor: más allá de los votos que posea, su inclinación puede teñir de un modo u otro el clima social.
Ya saben los lectores que en La Señal pensamos que las elecciones nacionales por cargos ejecutivos en la Argentina las gana el populismo de centroizquierda. La fuerza que presente ese aroma, aunque luego no cumpla con lo previsto, tiene una parte de la batalla comicial de su lado.
Esta opción histórica denota un alto grado de inteligencia política popular, por momentos sostenida como autodefensa, en otros como ofensiva hacia un Proyecto Nacional.
En suma, y aunque a simple vista no lo parezca, Duhalde puede ser un piantavotos, y el Proyecto Sur y el socialismo, un imán. Todo, sobre un horizonte atravesado por las mayorías peronistas y radicales. Va de suyo que no nos interesa aquí preguntarnos por la "muerte" de ambas identidades, a las cuales consideramos persistentes.
De ahí que lo que resuelva la centroizquierda puede tener importancia. ¿Abonará el sendero antinacional o se volcarán hacia una coalición profunda y popular? Vamos a la pregunta clave para que nadie diga que escurrimos el bulto: ¿los errores del gobierno son argumento suficiente para sumarse "críticamente" a un modelo conservador?
Ese es uno de los grandes interrogantes del 2010.
Finalmente: alzamos nuestra copa con deseos de fe licidad. Pero no brindamos con todos. Hay quienes pretenden oscurecer la vida y sumir al país en una nueva escalada de miseria y terror. Tanta grandeza sería contraproducente.
Para qué hacer demagogia a esta altura del partido.
Felicidades. Como señaló la CGT de los Argentinos, hay un puesto de lucha para cada uno.