Liberalismo, Peronismo y después…
La comunidad organizada en el siglo XXI
Carlos Chino Fernández (Instituto Jauretche-CGT)
En la raíz filosófica del liberalismo, se encuentra implícita la idea que imagina la plena realización de la vida humana, en la medida en que cada individuo en el uso de su libertad, alcance el éxito personal.
Desde esta concepción llevada al extremo, el éxito o el fracaso dependen de cada individuo en sí mismo. En este sentido, la Nación será el resultado de la suma de todos los individuos aislados entre sí, que se vinculan directamente a través de una estructura jurídico-política que oficia de poder central (Estado).
Es así que el liberalismo, tiende a negar la existencia de instancias intermedias de identificación o pertenencia que nacen y se desarrollan en diferentes espacios de la vida social, entre los individuos y el Estado. Bajo esta idea central el liberalismo, trata de vincular a cada uno de los individuos aislados, directamente con el Estado con la escusa que la plena libertad y realización individual traerá el éxito de nuestra Nación. Pero en realidad, solo se trata de mantener los privilegios de una minoría que detenta el poder y los resortes de la dominación.
La aparición del peronismo, trajo consigo la idea de la comunidad organizada como garantía y pre-requisito de la realización personal y sostuvo que las instancias intermedias (organizaciones libres del pueblo), son el eje fundamental de la realización de un proyecto nacional con justicia social y plena soberanía.
El liberalismo entonces en esta última etapa histórica, disfrazado de nacionalismo conservador, de socialdemocracia o progresismo, hirió de gravedad el entramado institucional que fuera construido en la larga época del pleno desarrollo industrial y respeto por los derechos sociales
La era del capital financiero especulativo, los cambios en la ciencia y la tecnología aplicadas a las formas de producción y de organización de la empresa y la gestión pública, determinaron que las aspiraciones sociales expresadas en las formas que asume la protesta y las luchas sociales y políticas, no pueden ser contenidas en las instituciones tal cual se pensaron en el siglo pasado.
Los estallidos sociales conocidos por todos que se produjeron hacia finales del año 2001, y los más recientes conflictos de la fábrica Kraft- Food y de los Subterráneos de Buenos Aires lo atestiguan.
El poder político constituido sobre la base del pensamiento liberal, tiende a negar las relaciones políticas que son las que se definen cuando los hombres deciden agruparse y organizarse en instituciones con intereses comunes y así luchar por sus aspiraciones y objetivos.
La lógica que rige la valorización de las finanzas cuando éstas ni siquiera se invierten en la producción, exacerba la explotación de los hombres en el proceso de trabajo y generaliza la pauperización social, al ser expropiadas permanentemente todas las condiciones de existencia de la vida humana.
Esta época requiere de un nuevo entramado institucional que supere la anomia instituida y que no nos distraiga pensando o discutiendo sobre falsas antinomias, como si este proceso fuera producto de la voluntad de dos o tres funcionarios corruptos.
Sabido es que el trabajo colectivo es el verdadero integrador social por excelencia. Pero en esta era de gran dificultad para generar trabajo genuino, el Estado es el único que puede estructurar una política de contención creativa de los vastos sectores que se encuentran excluidos o reducidos a salarios en negro y de hambre.
Desde el movimiento obrero es posible pensar en la producción de un poder independiente, si pensamos que detrás de los dirigentes piqueteros, de los pequeños productores agropecuarios empobrecidos, y de las manipulaciones electorales se encuentran grandes masas de población que forman parte del movimiento social más amplio.
Por eso se impone la creación de nuevas instituciones que den cuenta de esta nueva situación, de este nuevo territorio social.
Tensión entre el gran espacio suramericano y el barrio:
Pensando en el territorio nacional…
“El conflicto” a nivel mundial supone un nuevo re-reparto del mundo en ocasión de una nueva valoración geopolítica de los recursos naturales y de los espacios de influencia entre grandes Estados y Empresas Transnacionales. Decíamos entonces, que es una oportunidad para pensarnos como hace 200 años lo hicieran algunos hombres desde una gran Nación suramericana.
Pero esta gran Nación suramericana que se encuentra oculta detrás de los pequeños Estados, lleva mucho tiempo sin emerger, mientras que paralelamente nuestras sociedades particulares se han fragmentado, proceso que fue acompañado por la pérdida del territorio nacional a manos de grandes intereses económicos transnacionales.
La cuestión social y la cuestión nacional:
Repensar el territorio regional en tanto espacio suramericano y repensar al mismo tiempo el territorio local, barrial desde la Argentina plantea tensiones y contradicciones, cuyas resoluciones nos lleva directamente al problema de la identidad: ¿Qué es ser suramericano; argentino y trabajador?
Encarar una alianza social, o un acuerdo político para encauzar un proyecto nacional, cuando éste es genuino potencia necesariamente en el largo plazo las contradicciones entre las clases sociales y fracciones de clase que forman parte del acuerdo inicial. La traición sistemática de gran parte de la dirigencia política hacia los trabajadores argentinos así lo demuestra, ya que por debajo del comportamiento corrupto que presentan no pocos burócratas y funcionarios, éstos responden objetivamente a intereses económicos que no son los de la clase trabajadora.
¿Puede el peronismo resolver este problema en los albores del siglo XXI?
En la Argentina el conflicto social de clase subyace con independencia de la forma en que es presentado por los medios de comunicación. La tan mentada crisis de representatividad y la crisis parlamentaria, no es más que otra manera de expresar la crisis social, los antagonismos de intereses económicos y sociales que son incompatibles en el largo plazo, y que como consecuencia de los negocios electorales se diluyen en los análisis inmediatos del marketing político.
El primer peronismo (1943-55) resolvió la cuestión social, al incorporar las masas de población que inmigraron del campo a la ciudad y de los países limítrofes. Incorporó a la organización del Estado a una clase trabajadora que creció al mismo tiempo que la industria y la urbanización.
Ahora el proceso es inverso. Es de descomposición de relaciones industriales en masa. Hoy pesa más el destino del las finanzas, los servicios y el comercio.
Esta causa estructural plantea al peronismo un desafío que excede su necesidad ideológica de reafirmar insistentemente su doctrina nacional. Es un tiempo de realización de nuevos instrumentos para regenerar y encauzar las relaciones políticas que plantea la nueva situación.
La nueva corriente política sindical del movimiento obrero:
En las jornadas de Mar del Plata y Córdoba en el marco del lanzamiento de la Corriente Nacional Sindical Peronista, el secretario general de la CGT ha manifestado la necesidad del movimiento obrero de pensar con cabeza propia, de generar poder propio cuya base estaría dada por la proyección de las organizaciones gremiales en el seno de la sociedad en aras de participar con ideas y proyectos en la vida política nacional. En el pensamiento de largo plazo de carácter estratégico se podrá distinguir con mayor claridad quienes son los amigos y los enemigos del movimiento obrero
La necesidad manifiesta de crear poder propio desde el movimiento obrero, para que tenga sentido según lo expresado más arriba, tenemos que definir cuál es el contenido social del sujeto y el alcance de una alianza que exprese el ser argentino de hoy día, para llevar adelante esta etapa de la transformación que el país requiere y que el peronismo esta dispuesto a canalizar.
El peronismo fue la respuesta más completa y concreta al liberalismo individualista. Para encarar los desafíos del presente debemos pensar en un nuevo federalismo de cooperación entre todas las provincias y municipios, que supere el criterio fiscal y sea coherente con la necesidad de fortalecer la conformación del gran espacio suramericano.
Además de columna vertebral del movimiento la clase obrera organizada tiene una función esencial que cumplir en el destino de conducir la nueva etapa del proceso de transformación.
Diciembre de 2009