Las muchas madres de nuestras batallas
Por Lido Iacomini
Estas parecen tener varias y sucesivas madres. ¿Quien puede dudar que en la actual coyuntura política la que aparece como la “madre de todas las batallas” es la Ley de Medios Audiovisuales? Como en su momento fue la que se dio por la Resolución 125. Y después vino la electoral del 28 de junio.
Pero en este caso, lo que parece, es. Porque lo que está en juego es mucho, muchísimo más que la Ley en sí misma, harto importante de por sí.
Es, ni más ni menos, que la lucha por el poder en la Argentina. Y al poder no se lo disputa tan sólo acumulando fuerzas electorales o parlamentarias, es decir con elegancia democrática, sino con toda la urgencia y la ferocidad necesarias (vease Biolcatti, Clarín, Grondona, etc.), requeridas por una aguda contradicción de intereses irreconciliables.
¿Es que pueden convivir por mucho tiempo en ésta nación, azotada por el abismo de la desigualdad y la injusticia, los intereses de la economía concentrada y monopólica y sus socios circunstanciales de las nuevas oligarquías agrarias, con los de los trabajadores (ocupados, mal ocupados o desocupados) y la pequeña y mediana producción?
Si en otra aciaga trasnoche en el Senado el gobierno es nuevamente derrotado o la oposición consigue dilatar la sanción de la Ley de Medios hasta la asunción de los nuevos legisladores, habrá logrado torcer el brazo a Cristina y detener la sorpresiva y vigorosa recuperación de la iniciativa gubernamental tras la derrota del 28 de Junio.
Evidenciará entonces con ese triunfo su capacidad para invalidar los esfuerzos por profundizar los cambios –como vía para impedir la restauración conservadora- colocándole un cerrojo institucional a la contraofensiva kirchnerista. Así la marcha destituyente emprendida por el “cletinismo” opositor podrá seguir su camino.
Frente a esta perspectiva es necesario habilitar algunos interrogantes: ¿acaso se ha conformado un nuevo y poderoso bloque de poder, capaz de ofrecer un nuevo modelo, alternativo y atractivo para la mayoría de las clases dominantes argentinas, articulado con el mundo emergente de la crisis mundial, a la vez de seducir a nuestras volubles clases medias y al menos a una porción de los desheredados de siempre?
Todo indica que no, ya que su división persiste y el enfrentamiento entre las fracciones de la oposición se conjuga con su inhabilidad de elaborar propuestas, al menos públicas y sobre todo viables, que sean capaces de conjugar a la vez a agrarios e industriales, exportadores y mercadointernistas, rentistas y productores, satisfacer al FMI a la vez de eludir la crisis internacional, etc, etc.
Por eso no ha sido menor el mérito del multimedios Clarín, que por cierto a expensa de su formidable dimensión y de la brutalidad de su lenguaje descalificador ha conseguido que lo apoye el conjunto de una oposición que es incapaz de ponerse de acuerdo al menos en dos líneas programáticas y en ninguna idea alternativa de nación.
Pero… ¿desde ésta otra vereda, la nuestra, se ha podido reconfigurar un bloque social económico y político capaz de dar sustento a un proyecto nacional transformador? Porque la dinámica de los cambios, favorables, progresivos, encarados por los dos gobiernos kirchneristas y más aún los cambios pendientes requeridos por el movimiento popular han ido rompiendo, desgajando, las primigenias alianzas, vistobuenos y complicidades, que ayudadas por cierto viento de cola y temores al retorno al abismo cercano del 2001, le insuflaron fortaleza a las primeras etapas de este gobierno y potenciaron sus aciertos indudables.
Todo indica que no, que tampoco de nuestro lado hay aún un bloque sólido. Y para reconfigurarlo no basta con la necesaria y correcta flexibilidad parlamentaria adquirida para construir mayorías con otros bloques, sobretodo de centroizquierda. El bloque será social o no será. Y para eso no bastan los anuncios de multiplicación de empleos y las promesas de continuar con la redistribución de ingresos: hay que hacerlo ya, con la urgencia que imponen el dramatismo de la situación social y la reversión de la adhesión política surgidas desde el conflicto de la 125 y su desemboque electoral. No debemos aceptar el peligroso conformismo con todo lo ya realizado ni este tenso “empate técnico”, sobre todo en la conciencia de que la mayoría de los políticos tradicionales de esta sufrida Argentina, que hicieron “escuela” bajo el menemismo o el delarruismo, pueden ir y venir, travestirse, borocotizarse o hacer la gran Cleto. Aunque el corsé de hie rro de sus devaneos sea el fantasma siempre latente de la lucha social.
Los días presuntamente felices del apoyo de Techint, las Cinco grandes, Grobocopatel y Urquía ya no volverán. La debilidad, no sólo política sino estructural de la burguesía nacional convoca al Estado, superando los prejuicios neoliberales, a ocupar el lugar decisivo en la vida nacional y al movimiento obrero en sus distintas vertientes, al protagonismo insustituible para, desde la política, convocar al conjunto de las fuerzas sociales populares, patrióticas y progresistas a hacerse cargo de la responsabilidad histórica de redoblar los esfuerzos para construir una nación justa y emancipada en unidad con el resto de Latinoamérica.
Si esta pelea por sancionar la Ley de Medios Audiovisuales que eche al basurero de la historia la impuesta por la dictadura videlista, culmina exitosamente, no sólo conseguiremos abrir la perspectiva de voces nuevas y contenidos renovados en la comunicación nacional sino que el triunfo será una puerta abierta para conformar una nueva mayoría que aspire a ser el sostén político de la profundización de los cambios derrotando a la restauración conservadora.